martes, 23 de noviembre de 2010

Blow-Up (Deseo de una mañana de verano, 1966)

Había leído que esta película de Michelangelo Antonioni de 1966 basada en el relato de Julio Cortazar Las babas del diablo, era todo una obra maestra, un clásico. Un film imprescindible que retrataba muy bien el excitante ambiente del Londres de los años sesenta, su escena musical y cultural. Toda una referencia del pop art. Además creía yo que era una inquietante película sobre un joven fotógrafo y su obsesión por descubrir un crimen.


Nada de nada. Hace poco me quedé hasta tarde viendo en televisión esta película y casi me arrepiento de haberla visto. Primeramente el film me pareció aburrido y pedante como pocos (casi al nivel de Cache). Los personajes me parecieron muy fríos y artificiales. Ese fotógrafo de éxito que vive rodeado de bellas jóvenes a las que apenas hace caso y que se aburre soberanamente en los conciertos me resultó repulsivo y poco creíble. Esa élite burguesa que Antonioni solía representar en sus películas siempre me resultó muy irritante.
Hay una escena especialmente chirriante: la del concierto de los Yardbirds. No me la creo. No me creo yo que en un concierto de los Yardbirds (con Jimmy Page y Jeff Beck, nada menos) la gente estuviera inmóvil, como si estuvieran asistiendo a una ejecución. Tampoco me creo que de golpe la masa se vuelva loca cuando Jeff Beck (Antonioni quiso contratar a Pete Townshend de los Who pero no fue posible) destroza su guitarra y lanza el mástil roto al público. Tampoco me creo que el protagonista luche por coger el mástil, salga de la sala corriendo perseguido por otros jóvenes en busca del preciado objeto y, una vez libre de sus perseguidores, lo abandone en la calle como si no tuviera valor ninguno. Otro joven observa el objeto, lo recoge del suelo y lo deja allí una vez que ve que no tiene ningún valor. ¿Qué nos quiere decir Antonioni con esta escena? ¿Y con el resto del film? Ni idea, pero se me ocurren ciertas interpretaciones más o menos cogidas por los pelos.

Supongo que para Antonioni (nacido en Italia en 1912, tenía 54 años cuando rodó el film) la escena pop/rock de los años sesenta en Inglaterra y todo el swinging London le debían de parecer un montón de niñatos que no sabían qué hacer con su vida. Los personajes del film son unos snobs adinerados y aburridos a pesar de ir de fiesta en fiesta. Es como si la escena musical de los sesenta hubiera sido un tostón, como si Antonioni no se hubiera enterado de nada a pesar de estar en el centro del universo. Como si pensara que esa generación estaba perdiendo el tiempo con frivolidades. Incluso las modelos son unas tontitas ligeras de cascos (Jane Birkin) o unas muditas reprimidas que ocultan un secreto (Vanessa Redgrave).
Las interpretaciones son tan gélidas y lánguidas que ni el mismo Eric Rohmer. Es como si ninguno de los actores entendiera qué demonios estaban rodando. La anodina expresión del protagonista (David Hemmings) me parece un lastre enorme para el film. La cosa se complica aún más cuando la trama detectivesca no se sostiene por ningún lado. Tiene alguna escena muy interesante, con el proceso de revelado y ampliación de las fotografías. Tanto que por momentos parece un aséptico documental sobre fotografía. Las escenas en el laboratorio fotográfico y las ampliaciones me parecieron lo mejor del film con diferencia. Contienen un leguaje cinematográfico muy interesante que sí atrapa al espectador (a mí por lo menos), quien acaba contagiado por el afán del protagonista y termina escudriñando con su mirada en las fotografías. Aquí sí que Antonioni demuestra que es un maestro. Así como hizo luego Coppola en La conversación, el espectador desea que el personaje encuentre algo y se ve inmerso en la búsqueda. Lamentablemente, Antonioni concluye el film con un difuso final nada satisfactorio.

Una película pedante y aburrida por muy obra maestra que sea.

4 comentarios:

angel dijo...

Sobrevalorada desde mi punto de vista

Anónimo dijo...

aburrida hasta decir basta, típico ejemplo de película ladrillo que la crítica alaba hasta decir basta pero que es tan insoportable y vacía que dan ganas de llamar al tío de la vara.

El Guardián de la fila 8 dijo...

Qué refrescante leer algo que no sean parabienes...

Mis respetos,
El Guardián

Javier Simpson dijo...
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