jueves, 10 de octubre de 2013

Crítica del concierto de Sinèad O'Connor en Zaragoza


 “Quiero cambiar el mundo pero soy incapaz de cambiarme de ropa interior”. Con esta frase inició ayer su concierto Sinéad O’connor en Zaragoza. La frase pertenece  la canción Queen of Denmark de John Grant de la cual la O’Connor realiza una estupenda versión en su último álbum de estudio How about I be me (and you be you) de 2012. A pesar de ser una canción ajena, la letra se ajusta como un guante a la cantante irlandesa, eso mismo debió de pensar la O'Connor cuando decidió grabarla e iniciar sus conciertos con ella.

 Sinèad O’connor nunca fue fácil de manejar para las compañías de discos ni fue una máquina de hacer dinero. Sinèad siempre fue un personaje difícil y contradictorio. Provista de una voz maravillosa el éxito internacional le llegó pronto, con apenas 23 años. Su versión del Nothing compares 2 U (un tema perdido que Prince había compuesto y grabado para uno de sus múltiples proyectos ocultos: The family) la catapultó hacia un éxito que quizás ella nunca deseó.

 Sinèad no es la típica estrella femenina que usa sus armas de mujer para encandilar al público masculino ni es ejemplo de cómo seducir moviendo las caderas. Sinèad siempre ha huido como de la peste de la imagen estereotipada (y tremendamente machista) que se proyecta de la mujer en los medios de comunicación. Sinèad nunca fue una marioneta en manos de la industria, era demasiado incontrolable.
 En pleno apogeo de su fama a la cantante irlandesa no se le ocurrió otra cosa que romper una foto del Papa Juan Pablo II en el Saturday Night Live. Devota creyente pero en eterno conflicto con la Iglesia Católica, Sinèad expresó en ese airado gesto su odio contra una institución en la que, según ella, urgía un cambio. Obviamente, el gesto no fue bien entendido por miles de seguidores y las reacciones de los sectores más conservadores no se hicieron esperar. El escándalo sexual da fama y dinero (que le pregunten a Madonna, Rhianna o muchas otras), el escándalo religioso da problemas. Sus discos se retiraron de algunas cadenas comerciales norteamericanas e incluso se quemaron públicamente. La aparentemente frágil chica calva con voz de ángel se había convertido en el diablo. Desde el incidente de las declaraciones de John Lennon sobre que los Beatles eran más famosos que Jesucristo, la puritana Norteamérica no se había convulsionado así. Sinèad fue abucheada en el concierto conmemorativo de los 30 años de carrera de Bob Dylan y ni siquiera pudo actuar, sólo el gran Kris Kristofferson la apoyó en el escenario. 

A partir de ahí la O’Connor siguió sacando discos, algunos realmente memorables como aquel Universal mother de 1994 y múltiples colaboraciones con artistas como Peter Gabriel, Massive attack, Asian Dub Foundation o U2. Pero su carácter inestable y sus problemas personales fueron el mayor enemigo de su carrera. En los últimos años se ha hablado más de sus intentos de suicidio, de sus fugaces matrimonios o sus salidas de tono en las redes sociales (buscando novio, psiquiatra o aconsejando a Miley Cyrus) que de su música.  Diagnosticada de trastorno bipolar y fatiga crónica, la O’Connor parece haber reconducido su vida personal y su carrera en los últimos tiempos. Veremos lo que dura.

El concierto ofrecido ayer en Zaragoza ante un escaso público (256 entradas vendidas y 201 invitaciones) fue una dura demostración de que la sutileza no es para las masas. Vestida con unos sencillos pantalones y camisa vaqueros, descalza y con su perenne cabeza rapada. La O’Connor parece recuperada y desprende aún buena parte de la magia que nos fascinó hace 2 décadas. Menuda sobre ese escenario, franqueada por una banda más que solvente y un escenario espartano, Sinèad sigue teniendo esa aura de persona frágil. Sin embargo se transforma en el escenario en todo un torrente. Por momentos, parecía que no habían pasado los años. La O’Connor estuvo entregada y por momentos parecía estar pasándoselo realmente bien a pesar de estar continuamente luchando contra problemas de sonido que sólo ella parecía percibir. Sonaron excelentes temas de su último disco (4th and vine, The Wolf is getting married, Reason with me o la citada Queen of Denmark) junto con piezas de toda su carrera, conformando un sólido ramillete de canciones que subían varios enteros gracias a la interpretación vocal de la irlandesa. No faltaron temas de su repertorio como Jackie, Thank you for hearing me, Fire on Babylon, The last day of our acquaintance y un Nothing compares 2 U que sonó sorpresivamente pronto (nada de dejarla para el final, hubiera sido demasiado obvio y con Sinèad no hay nada obvio).

Un recital hermoso, lleno de emoción y sentimiento a cargo de una de las voces más personales y emocionante del panorama internacional de las últimas décadas. Un plato delicado que sólo unos pocos nos acercamos a saborear.

P.d.: Lo de por qué hubo tan poca gente y por qué había casi tantos invitados por el ayuntamiento como personas que pagamos religiosamente la entrada es un tema en el cual no voy a entrar.

1 comentario:

Nando dijo...

Qué envidia me das, amigo! Estoy redescubriendo sus discos y no puedo parar de escucharla, hay algo en su voz que me llega hasta lo más hondo.
Ojalá le vayan bien las cosas y vuelva a salir de gira.
Saludos!