miércoles, 3 de septiembre de 2014

El discreto encanto de la burguesía (Le charme discret de labourgeoisie, 1972)


 Luis Buñuel ganó el Oscar a mejor película extranjera (para Francia) con esta película en 1972. El film es una broma, un capricho del director aragonés más universal.

 La idea del film nace de una anécdota real. Parece ser que Buñuel olvidó que había invitado a cenar a unos amigos (entre ellos el productor Serge Silverman) y estos se presentaron en su casa encontrándose a Buñuel y su señora preparados ya para irse a dormir. A partir de este hecho Buñuel elaboró una irónica radiografía de la burguesía. Clase de la cual provenía y detestaba profundamente.

 No olvidemos, la burguesía fue la clase social que propició la caída del Antiguo régimen, transformándose en el motor económico de las sociedades modernas a partir del siglo XIX. Pero ha acabado acomodada y cayendo en los mismos vicios de las clases dominantes que ellos desplazaron del poder. Para Buñuel la burguesía es una clase social vacía, consumista y sin moral.  El ejército y el clero son sus aliados como lo fueron antiguamente de la nobleza. Algo de todo ello se vislumbra en su film.

 En el film unos burgueses no pueden cenar, parecen tenerlo todo en contra. Al igual que los burgueses de El ángel exterminador, algo inexplicable está en su contra. Quizás el destino se ría de ellos, aunque yo más bien veo la mano de Buñuel burlándose de esta nueva clase dominante. Sus burgueses son corruptos, soberbios, perezosos, infieles y lujuriosos. Tienen todos lo defectos posibles pero siguen creyéndose superiores a los demás. Sus ridículos diálogos sobre la importancia del hielo o la forma de una copa a la hora de elaborar un cóctel ponen de manifiesto la superficialidad y la trivialidad de esta clase social. El resto de personajes no se quedan atrás: los obispos albergan sentimientos de venganza mientras quieren ser jardineros y los militares fuman marihuana.  Para Buñuel todas las clases sociales dominantes parecen estar profundamente corruptas.


 Buñuel recurre a una peculiar estructura narrativa en la que se repiten varias escenas en las que los burgueses no consiguen cenar debido a las más variopintas vicisitudes. El film parece una sucesión de episodios inconexos, sueños y relatos que no vienen a cuento. Sin embargo, Buñuel no usa un surrealismo que impacte al espectador, sino que prefiere usar un tono cotidiano y casi anodino en el que desentonan algunos hechos que descolocan al espectador mientras avanza la trama. Todo el conjunto está teñido del humor negro de Buñuel, quien no deja títere con cabeza, si bien evita deliberadamente provocar la risa en el espectador.
  Buñuel no sólo se ríe de los burgueses y sus costumbres sino que igualmente parece tomarle el pelo al espectador. Valga como ejemplo el ruido del tráfico que hace por momentos inaudible el diálogo entre los personajes, una broma pesada típica del mejor cine del aragonés. Buñuel no da explicaciones ni lleva a ningún sitio. Ya he dicho que sólo es una broma y, como tal, puede que muchos no le vean la gracia.


Valga como ejemplo del carácter cascarrabias y burlón de Don Luis la siguiente anécdota: Estando su film nominado al Oscar a mejor película extranjera, a pocos días de la ceremonia un periodista le preguntó sí creía que iba a ganar el Oscar. Buñuel afirmó que sabía que lo iba a ganar ya que había pagado los 25.000 dólares que costaba el premio y que los americanos eran muy cumplidores cuando había dinero de por medio. El revuelo fue considerable pero fue mayor cuando efectivamente El discreto encanto de la burguesía ganó la preciada estatuilla. Buñuel, una vez más, se mofaba de los reconocimientos y los premios (que son algo realmente muy burgués).

Un film único y desconcertante (como siempre en Buñuel).

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Parece que con 40 años de adelanto Buñuel nos avisara de la tremenda corrupción que se estaba gestando. Al volver a ver el film no pude dejar de pensar en el caso Pujol.

Anónimo dijo...

obra maestra del surrealismo