lunes, 4 de enero de 2016

Puro vicio (Inherent vice)



 ¿Qué busca un director al hacer una película? Pues depende. Lo que está claro es que Paul Thomas Anderson parece disfrutar haciendo que los espectadores abandonan las salas en las que proyectan sus películas. El tipo está en todo su derecho de hacer bodrios tremendos de dos horas y media que no hay quien se los trague, faltaría más, así como los demás estamos en todo nuestro derecho de proclamar a los cuatro vientos que su cine (o lo que sea que hace) no nos gusta.

Una pena tener que decir tal cosa, pero no os voy a mentir. Menudo truño esta película. Anderson es un buen director con un estilo muy personal que nos ha dado películas interesantes como Pozos de ambición o The master. Esta vez parece como si Anderson nos quisiera meter en la mente de un detective hippie que se ha pasado de la raya (nunca mejor dicho) con las sustancias prohibidas y nos haga partícipes de la confusión reinante en la mente de tan espeso detective. Resulta que la premisa es muy atractiva, es como asistir a un buen thriller de los años 70 tipo La noche se mueve pero cuyo protagonista va hasta las cejas de ácido. La cosa promete, una adaptación de la novela de Thomas Pynchon, ambiente playero, buena música, coches antiguos, drogas, una ex novia desaparecida, sectas, tipos con la esvástica tatuada en la cara, etc. Te compro la idea, puede ser un buen film y más si incluye un buen plantel de actores como es el caso. ¿Hará Anderson algo coherente o se saldrá por la tangente?
 Lamentablemente, al iniciarse el visionado de Inherent vice Anderson pronto disipa nuestras dudas. Empezamos mal con esas vacuas voces en off con frases tan profundas que hay que ir colocado para entenderlas. Son tan largas que cuando acaba una frase no recuerdo cómo demonios empezaba, rebobino, me la pongo otra vez y descubro que la frase es una estupidez. Oye, Joaquin Phoenix está soberbio una vez más, qué gran actor, parece un colgado de verdad. No tardan en aparecer esas escenas tan absurdas y típicas de su director en la que uno no puede evitar sentirse ofendido. Todo ello salpicado con momentos de buen cine y es en esa extraña combinación cuando uno se da cuenta que se está empezando a aburrir y apenas llevamos 45 minutos. Será que al film le cuesta arrancar, venga, le voy a dar otra oportunidad. Pero el visionado no mejora. La trama nos sumerge en una espesa maraña cada vez más compleja que ni el protagonista ni nosotros mismos somos capaces de entender. Si el efecto deseado era meternos en la nublada mente de un hippie, Anderson lo ha conseguido. El problema es que como película ya empieza a dejar mucho que desear. No basta con tener un buen material de partida, saber rodar y tener buenos actores, hay que saber qué sobra y por donde diablos cortar. Pero a uno le puede su vena cinéfila y sigue intentando buscarle el punto a este sinsentido. La película tiene algo que me incitaba a seguir con el visionado. Reconozco que me cuesta seguir viéndola pero me inquieta todavía la resolución del caso. Otra vez asistimos a momentos que te dejan descolocado, más voces en off y escenas a cámara lenta. Empiezo a preguntarme si realmente Anderson no se estará burlando deliberadamente del espectador, no sería la primera vez, aún recuerdo aquel horror llamado Punk-drunk love que casi me llevó a una crisis nerviosa. Pues debe de ser eso. Anderson logra caminar entre el tedio y el interés en un frágil equilibrio no exento de dificultad pero que me acaba por exasperar.

 Las escenas siguen estando muy bien rodadas y Anderson sigue jugando con nuestra paciencia, uno empieza a pensar que quizás todo el film sea una alucinación o un mal viaje. Esa actriz que hace de ayudante del fiscal (o algo así) es Reese Witherspoon, pues vale. Sale Benicio Del Toro y su personaje no aporta nada.  Ese otro tipo que hace de dentista es Martin Short, el de El chip prodigioso, me gusta volver a verlo en pantalla. Su personaje mola pero la peli se hunde en el tedio. El sopor se apodera definitivamente de uno. Coñe. Pero Joaquín Phoenix y Josh Brolin están geniales y la fotografía y la forma de rodar son impecables. Pero el film aburre a las vacas. Yo empecé a perder el interés y ya sólo deseaba que se acabara de una maldita vez. Y aún me quedaba una hora. Madre mía. La cosa no mejora. Nuestro detective fumado no para de ir en coche de un sitio a otro para no enterarse de nada. Yo tampoco. Muy buena fotografía. Todo el apartado técnico me gusta mucho. Ya no recuerdo si os lo he dicho ya. No así el montaje. Pero si el montaje fuera normal no sería un film de Paul Thomas Anderson, este tipo necesita tres horas para contarte lo que otro te contaría en hora y media. Es su estilo. Su forma peculiar de entender el cine, debe ser un visionario para muchos gafapastas. La libertad creativa puede llevar a cosas como este film. A veces que alguien te diga que la estás cagando no viene mal.

 El horror. Sale Owen Wilson, ese pésimo actor que debe ser muy amigo de Anderson, por suerte, sale poco, aún así está fatal. Nadie se lo cree como saxofonista. Las pesquisas de nuestro detective continúan y cada vez tienen menos sentido. Todo parece verosímil y a la vez totalmente alejado de la realidad. Hace rato que nos interesa ya un comino el paradero de la chica desaparecida y todo el enredo. Que se vayan todos al cuerno y acabe este rollo de una vez. Aparece en una escena Belladonna, la actriz porno, pues muy bien, es la primera vez que una escena suya me aburre soberanamente.

Al final, la peli parece que se acaba, milagro, pensaba que nunca iba a ocurrir. Pero era una falsa alarma, la cosa sigue todavía más enrevesada, hace como hora y media que me he liado con tanto nombre y tanta estupidez y no consigo hilvanar la trama. Realmente me siento como el protagonista, como si me hubiera fumado una plantación entera. La escena final es puro ácido, tan incongruente que, por fin, el protagonista y yo tenemos la misma cara de colgados.

Bravo por Paul Thomas Anderson, ha logrado algo que ni Jodorowsky ni Lynch han conseguido. Anderson me ha suministrado un mal viaje sin ninguna droga de por medio. Con ver su película ha sido más que suficiente. Prometo vivir el resto de mi vida alejado de las drogas y del cine de este buen señor.

¿Es mala Inherent vice? Como todo el cine de su autor es un punto y aparte y no creo que podamos juzgarla tan a la ligera. No hay blanco ni negro en el cine de Paul Thomas Anderson, todo son tonalidades de gris. Es un cine distinto. Tómenlo como quieran.

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