miércoles, 29 de febrero de 2012

El imperio de los "sinsexo"



 El otro día  me quedé sobrecogido al ver el documental que emitían en Documentos tv: El imperio de los sinsexo. Uno siempre había tenido a Japón como un país modélico en muchos sentidos, pero mi insana afición a los documentales ha hecho que se me caiga un mito.

El documental en cuestión se centraba en la (escasa) vida sexual de los japoneses. Parece ser que un alto porcentaje de la población del país del sol naciente practica la abstinencia sexual. incluso el 70% de las parejas de más de 40 años no practican nunca sexo.  Les parece algo aburrido y molesto. Así pues, la relaciones sexuales están en claro declive pero la pornografía y los juguetes sexuales se venden más que nunca. La industria del sexo es una industria en alza que supone el 1% del PIB. Algo difícil de entender desde esta parte del mundo.

En el documental salen señores incapaces de comunicarse con su esposa que antes de volver a casa del trabajo se meten en bares para jugar a un inocente juego de seducción con las camareras. Sólo es una ilusión de seducción y atracción, nada real. También aparece un tipo que se había comprado un Lamborghini pensando que así ligaría, pero ni por esas. El tipo acaba acudiendo a "cafés de gatos", salones los que puedes acariciar gatos y darles de comer, tal es la necesidad de mostrar afecto.

 Para muchos jóvenes japoneses la pareja y la familia les parecen cosas del pasado. Es muy cansado preocuparse por el placer y el bienestar de los demás. Mejor preocuparse de uno mismo. Puede parecer un punto de vista egoísta (lo es) y hedonista pero no se les veía en absoluto felices. Un sentimiento de terrible soledad parecía apoderarse de las personas que aparecían en el documental.

Más que un problema sexual, yo creo que es un problema de incomunicación. No olvidemos que en Japón hay un millón de adolescentes (los llamados hikikomori) que no salen nunca de su cuarto, en él tienen todo lo que puedan desear: juegos de ordenador, conexión a internet y la seguridad que proporciona un contacto virtual con el exterior. De eso se trata. De no exponerse nunca al ridículo ni  a la burla, a la humillación pública. Algo que quedó patente ayer en el joven herbívoro (o que voluntariamente no practica sexo) que reconoce que hace cinco años que acude solo a un karaoke, así nadie le dice que canta mal. Probablemente, tampoco tenga amigos. A mí recordó al film La red social.

La pregunta final del documental me dejó helado: ¿Son tan raros los japoneses o simplemente son unos adelantados?

Pincha aquí para ver el documental.


domingo, 26 de febrero de 2012

La invención de Hugo (Hugo)



La primera película de Martin Scorsese para toda la familia es un sentido y emotivo homenaje a los primeros tiempos del cine y, concretamente, a la obra y milagros de Georges Méliès.


Scorsese sabe que es uno de los últimos maestros del cine y que ya no tiene nada que demostrar, así pues esta película es un saludable cambio de estilo, algo que siempre es de agradecer. Ya desde los primeros planos del film con ese París de los años 30 recreado por ordenador y ese vertiginoso travelling digital por el andén nos damos cuenta que no estamos ante un film habitual del director de Toro salvaje o Taxi Driver.

El film no debe entenderse como un film de aventuras (que hay más bien pocas) o una película para el gran público sin más, Hugo es otra cosa. Quizás no sea un film en la que la maestra mano de Scorsese sea fácilmente reconocible (más bien todo lo contrario) pero es un film recomendable por motivos muy distintos a los que su autor nos tiene acostumbrados. Scorsese da un triple salto mortal con esta película y sale airoso. Ni este tipo de historia, ni los efectos digitales, ni el 3D son prácticas habituales para este veterano director, pero el tipo sale victorioso del envite. Por momentos pensé que esta historia hubiera sido más adecuada para un director como Tim Burton, pero, por suerte, no ha sido así. Burton, probablemente, se hubiera quedado en la espectacularidad visual olvidándose de lo realmente importante: la historia.

Scorsese no deja que el complejo entramado técnico y visual le aparte de su objetivo: contar una historia. La espectacular fotografía (a base del contraste entre tonos ocres y azules) es sin duda la mejor del año y los efectos visuales son inmejorables. Mucho ha avanzado técnicamente el cine desde los tiempos de Méliès, pero los sentimientos son los mismos. Se pueden provocar de maneras mucho más sofisticadas (véase la emocionante escena del autómata) o con la simple mirada de un actor, pero los sentimientos no han variado. Scorsese usa las últimas tecnologías para mostrarnos los trucos iniciales de primer cine, trucos casi de magia, artesanales que hoy nos parecen ingenuos. Se nota cierta nostalgia de esa época de innovación y riesgo frente a la época actual en la que todo está calculado al milímetro.
Por cierto, el film está lleno de referencias cinéfilas, ya desde la misma carátula nos recuerda a la escena de Harold Lloyd colgado de un reloj. Scorsese nos regala escenas de Chaplin, Douglas Fairbanks, Harold Lloyd o Buster Keaton; en un intento de que las nuevas generaciones conozcan a estos pioneros del cine que no deben caer en el olvido. Bravo por Scorsese y su labor didáctica con este film. Una curiosidad: Scorsese hace un cameo en el film como fotógrafo. Otro detalle: el guitarrista que aparece en el film sólo usa tres dedos de su mano izquierda, clara alusión a Django Reinhardt.

En cuanto a los actores pues me quedo con la pareja protagonista, me encantó la pareja formada por los jóvenes Chloë Moretz (Kick ass, 500 días juntos) y Asa Butterfield (El niño con el pijama de rayas), ambos está sobresalientes. Sus personajes no son niños idiotas (cosa que es de agradecer aunque no muy habitual en el cine) y sus interpretaciones son simplemente brillantes. También los veteranos Ben Kingsley (el tipo es clavado a Méliès) y Christopher Lee aportan su granito de calidad al film. El que menos me gustó fue Sacha Baron Cohen (Borat, Brüno) ya que opino que su personaje desentona bastante.

Ahora vamos con el problema del film: técnicamente es perfecto y sus intenciones son inmejorables pero como película algo no acaba de funcionar para que sea perfecta. Hay veces que el todo es más que la suma de las partes o algún engranaje no funciona. Hugo es una buena película de entretenimiento de ésas que ya no se hacen entre tanto Transformers, tanto vampiro gilipollas y tanta adaptación de cómic, pero no es la gran película que está a punto de ser. Algo falla o no acaba de cuajar. La historia está narrada e interpretada de forma perfecta pero no consigue emocionar al espectador todo lo que se pretende. Puede que 128 minutos sean demasiados o que el ritmo no sea el adecuado hacia el final o que el insoportable inspector de la estación interpretado por Sacha Baron Cohen tenga demasiada relevancia o que las historia paralelas de los personajes que pululan por la estación no acaban de interesarnos. No sé, disfruté mucho del film mientras lo estaba viendo pero al finalizar me pareció que no me había dado todo lo que prometía.


 Lo dicho, un buen film, pero no es una obra maestra (por poco).

¿Mi quiniela para los Oscars? Hugo se llevará los técnicos y The Artist los importantes. No deja de ser paradójico que ambas películas sean homenajes al cine mudo. Algo huele a nostalgia en el cine actual.

7

jueves, 23 de febrero de 2012

Intacto



¿Qué o quién decide quienes van a sobrevivir ante una gran tragedia? ¿Tenemos realmente todos las mismas probabilidades de sobrevivir a un accidente o hay factores que escapan a nuestro control? ¿Existe realmente la suerte?

Me encantan las películas sobre juegos de azar y todo lo que tenga que ver con la suerte.  La suerte, en mi opinión, realmente no existe. Sí existen la casualidad y la causalidad. Me explico con un ejemplo, no te toca la lotería debido a que tienes un algo divino que los demás no poseen, te toca debido a que juegas y a que a alguien tenía de tocarle. Todos los números entran en el bombo y todos tienen las mismas probabilidades de salir. Luego, a posteriori, podemos interpretar que una determinada serie de acontecimientos puede haber sido debida a una intervención divina o eso llamado simplemente suerte.  En todo juego (como en la vida) la suerte ( o eso que no existe pero a lo que llamamos suerte) es un elemento indispensable y lo que muchas veces decanta la balanza hacia un lado u otro.

Ya he dicho que no creo que exista la suerte (ni la buena ni la mala), tampoco creo que existan muchas otras cosas que sí me encantan en el cine (aliens, vampiros, fantasmas, hombres-lobo, etc). Pero la suerte me atrae especialmente y creo que pocas veces se ha tratado mejor que en el film Intacto.

Intacto es la primera película del canario Juan Carlos Fresnadillo, en ella se trata la suerte como si ésta fuera un objeto o un don: se puede adquirir, desarrollar, perfeccionar y robar. Quien posea este don y sepa cómo utilizarlo, puede ser muy rico. Y es que la ambición es otro tema fundamental en todas las películas sobre la suerte.  Al asumir que la suerte existe y se puede controlar, Intacto se convierte en un estimable thriller de ciencia ficción sin efectos especiales.


A raíz de un terrible accidente aéreo en el que hay un único superviviente, Fresnadillo elabora una ingeniosa trama sobre la suerte y quienes andan en su busca, estableciéndose una competición cada vez más peligrosa. Las pruebas para comprobar la suerte de los personajes son cada vez más arriesgadas y tanto el protagonista como el espectador acaban convencidos de que realmente posee una suerte prodigiosa. Desde luego, por el camino irán quedando muchos otros que creían poseer el don: jugadores profesionales, toreros, poseedores de boletos premiados, etc. Todo un turbio submundo se abre ante el espectador. Pero este mundo no gira sobre drogas o armas sino sobre algo mucho más peligroso.

El film tiene una tensión creciente que le hace ser un rara avis dentro del cine español. La trama no acaba desinflándose ni el final se resuelve de forma forzada y artificial. El acierto del elaborado guión no es sólo  conseguir mantener el interés del espectador sino que nos hace dudar de si realmente la suerte se puede controlar.

Para que todo este inestable castillo de naipes se  sostenga  es necesario que los actores transmitan la credibilidad necesaria. Muchas veces este tipo de argumentos se frustran debido a que el espectador no se cree lo que ve en pantalla. No es el caso, Intacto se sustenta en la interpretación de actores de probada solvencia como Eusebio Poncela (hay que ver lo buen actor que es este tipo y lo desaprovechado que ha estado), Max Von Sydow (El mítico actor de obras maestras como El exorcista o El séptimo sello) y el joven Leonardo Sbaraglia (que está francamente bien).

Fresnadillo asombra con su primera película, no sólo las escenas están rodadas con gran acierto sino que deslumbra por su lucidez. Ni el guión ni la dirección parecen propias de un debutante, no hay dudas ni pasos en falso, dando la impresión de que todo estaba pensado al milímetro y con un propósito muy claro desde el principio.




 Una de las mejores películas españolas de los últimos años. Si aún no lo has visto, ¿a qué esperas?
7

Partiendo de una misma premisa, un terrible accidente en el que sólo sobrevive una persona, se pueden hacer películas muy distintas. En el año 2000 el director  M. Night Shyamalan había abordado el tema con su peculiar óptica en la fallida El protegido (Unbreakeable). A pesar de tener escenas excelentes (el inicio, la estación) el film de Shyamalan incluye también escenas patéticas (el intento del niño por demostrar que su padre es un superhombre) y acaba defraudando enormemente al espectador. Se queda en un desangelado homenaje a los cómics y a la inevitable simbiosis entre el héroe y el villano. Mucho envoltorio para tan poco caramelo. No se explotan todas las posibilidades de la premisa inicial y la conclusión del film es realmente ridícula en busca de un giro argumental que sorprenda al espectador (aunque sea para mal).
 A mí me dio la sensación de que se habían estado riendo de mí durante dos horas.

4

martes, 21 de febrero de 2012

Escenas memorables: Harold LLoyd y la escena del reloj.


Esta mítica escena pertenece al film de 1923 Safety Last (El hombre mosca). Yo la vi de crío, cuando emitían cine mudo en la tele, y me dejó fascinado. Una delicia que vale la pena recuperar.

El personaje de Harold Lloyd debe llegar a lo alto de un edificio sin pasar por la recepción para que su prometida siga creyendo que es un directivo. No se les ocurre otra idea que trepar por el exterior del edificio. La inevitable persecución policial complicará el asunto y Lloyd deberá escalar todo el edificio.
Como anécdota cabe destacar que Lloyd usó un doble experto en escalar edificios y que en sus escenas había una plataforma de seguridad que iba ascendiendo a la par que el actor. El efecto de esta escena, mezcla de humor y suspense, convirtió a Harold Lloyd en el actor más famosos y mejor pagado de los años veinte.

lunes, 20 de febrero de 2012

No habrá paz para los malvados


No habrá paz para los malvados ha sido la película triunfadora de los premios Goya de este año.

Pues está bien, se deja ver y me hizo pasar un buen rato (ya sé que son tres frases hechas que uso de vez en cuando para referirme a una peli que ni fu ni fa). Pues eso, la película se ve con agrado y mantiene el interés durante todo el metraje (que no es poco). No es ninguna maravilla pero es de agradecer que en este país de chorizos y puticlubs se haga cine que retrate este submundo. El director Enrique Urbizu no es un genio (ni mucho menos) pero pone empeño y es honesto con su cine. Urbizu sigue empeñado en hacer cine de género (negro) en este país corrupto hasta el tuétano. No le faltará materia prima.

Tampoco andará falto de anti héroes a la española como este Santos Trinidad que interpreta José Coronado.  Coronado demuestra que es capaz de salirse de su eterno personaje de chico guapo y aseado. Ya me sorprendió gratamente en La vida de nadie y ahora creo que está en el mejor papel de su vida. Con un personaje así es muy fácil pasarse de la raya y caer en la parodia (tipo Torrente) pero Coronado consigue no caer en la sobreactuación y resulta creíble en todo momento. Supongo que su Santos pasará a engrosar la lista de personajes carismáticos del cine español reciente junto al Malamadre de Celda 211.


Creo que hay que mencionar el esfuerzo de los guionistas por crear un personaje como Santos Trinidad (todo un regalo para un actor y toda una delicia para los espectadores). No es un prototipo de héroe habitual dentro de nuestro maltrecho cine nacional. Casi parece trasladado de algún film norteamericano o francés: tiene un turbio pasado, bebe demasiado y está inmerso sin remedio en una espiral hacia el infierno. Un tipo ideal para salvarnos de los malos. A mí el personaje me recordó al protagonista del film francés MR73.  Me pareció muy valiente el tratamiento que hace el film a la hora de basarse en algunos pasajes en cierto atentado tristemente célebre. Dicen que la mejor manera de pasar página es hablar de ello, puede que el cine nos sirva también para cicatrizar ciertas heridas. Me gustaron y me hicieron reflexionar ciertos detalles acerca de cómo Santos se convierte en un héroe sin pretenderlo, también los planos finales del film me parecieron bastante intrigantes.

Como algo negativo he de decir que no me gustó demasiado todo el metraje dedicado a la juez y las pesquisas paralelas a la investigación de Santos, me pareció que algunas escenas no estaban bien resueltas y que finalmente toda esa trama no lleva a ningún sitio (relleno, vamos). Parece que en la elaboración del guión sólo se preocuparon por desarrollar al personaje principal, dejando al resto un tanto desdibujados. Por suerte, estos pequeños fallos no acaban por asfixiar al film y no entorpecen demasiado el ritmo.

Quizás esta historia con más medios y un montaje algo más trabajado podría haber sido un thriller realmente grande. De todos modos, thrillers mucho peores nos llegan todos los años desde Hollywood.

¿Que si es No habrá paz para los malvados merecedora del Goya a la mejor película? No sé, los premios me dan absolutamente igual, pero de los films candidatos que he visto me parece el mejor. Al menos, es superior a La piel que habito (tampoco era tan difícil). Rocanrol.

6

miércoles, 15 de febrero de 2012

Tokio Blues (Norwegian Wood)





Debería haber una norma de obligado cumplimiento para todo aquel que quiera dedicarse a narrar una historia en cualquier formato o medio de expresión: "sea usted ameno". Es fundamental que cualquier historia (ya sea una novela, una obra de teatro o una película) sea capaz de atrapar la atención y el interés del espectador.

  Digo esto ya que Tokio blues me ha aburrido soberanamente, me ha parecido una película visualmente muy bonita pero hueca y aburrida. Mira que a mí me gusta el cine oriental y su peculiar estilo contemplativo, pero esta vez me he aburrido.

La adaptación cinematográfica de la célebre novela de Hakuri Murakami Tokio Blues (Norwegian Wood) me ha parecido un film lento y aburrido. El peculiar mundo de Murakami no ha sido trasladado con éxito a la gran pantalla por el vietnamita Tran Anh Hung, responsable de films tan interesantes (pero lentos) como El Olor de la Papaya Verde, Cyclo o Pleno verano. Cabe decir que la tarea no era nada fácil, pero yo no he visto reflejado el mundo de la novela en la peli. Sí ocurren los mismos hechos que en la novela pero la profundidad de lo narrado es mucho menor.

 Tran Anh Hung demuestra una vez más que le interesa más la forma que el fondo, la contemplación más que la narración. Rueda de forma más que solvente y sus imágenes son de gran belleza pero la narración resulta demasiado lenta y el conjunto demasiado frío. La historia de amor nunca llega a atrarnos y la excesiva quietud de los personajes se nos antoja irritante. Los diálogos incluso me parecieron insustanciales. 
Además, personajes secundarios como  Nagasawa o Reiko están poco desarrollados y dan bastante menos juego que en la novela. También se ha omitido el inicio de la novela cuando el protagonista escucha la canción de The Beatles Norwegian wood y este hecho le hace recordar su adolescencia 20 años atrás. Por contra, el film abusa de unas escenas de sexo bastante inocuas que además, a estas alturas y visto lo visto, aportan bastante poco.

Tampoco creo que el ambiente de protestas estudiantiles que se vivía en el Japón de finales de los años 60 esté bien plasmado. Las manifestaciones y revueltas no se integran nunca en la trama ni sirven como trasfondo a la historia.

 La preciosa fotografía y los paisajes no son suficientes como para ahuyentar el sopor. El film tiene momentos de gran belleza plástica, esa hierba mecida por el viento me dejó fascinado mientras veía la escena pero luego me pareció insuficiente para mantener el interés. El problema es que el ritmo del film es mortalmente aburrido. 


No todo va a ser tedio, Rinko Kikuchi y Kenichi Matsuyama están muy bien en sus complejos personajes. Su transformación de adolescentes a adultos está bien plasmada aunque nunca acabamos de entender del todo sus motivaciones. Los adolescentes son así, no hay quien los entienda. Y si son japoneses, aún peor. Quizás el fallo sea pensar que se podía trasladar el peculiar universo Murakami a la gran pantalla.


Respecto a la música de Johnny Greenwood, guitarrista de Radiohead, me pareció como los últimos discos de su grupo, bastante aburrida.

Igual hay que llevar gafas de pasta o ser votante del PP para que te guste esta película. Yo me aburrí bastante, cosa que no me pasó con el libro.

4,5


sábado, 11 de febrero de 2012

War horse (Caballo de batalla)



War horse es la nueva película de Steven Spielberg tras Las aventuras de Tintín. Ahora nos narra las aventuras y desventuras de un caballo en medio de la Primera Guerra Mundial.

 Steven Spielberg ha sido uno de los mejores directores de las últimas 4 décadas. Ya en los setenta nos dejó magníficas películas como El diablo sobre ruedas, Tiburón o Encuentros en la tercera fase. Luego en los años 80 nos emocionó con E.T. y de la mano de su amigo George Lucas nos trajo la saga de Indiana Jones. Su cine ofrecía calidad y comercialidad a partes iguales. El público acudía en masa a las salas de cine pero la crítica le era algo desvaforable.
Pero Spielberg decidió que no sólo era capaz de darnos entretenimiento de primera, quería ser capaz de emocionar al espectador. Así empezó a alternar proyectos más personales, llegaron melodramas como El color púrpura, El imperio del sol y Always.
 En los años 90 siguió ofreciendo entretenimiento con Parque Jurásico pero el ansiado reconocimiento de la crítica llegó finalmente con sus dos obras maestras : La lista de Schindler y Salvar al soldado Ryan. Spielberg  se perfilaba como un autor maduro, capaz de grandes pelícuas de evasión y de grandes dramas. Sin embargo, ya en los 90 y posteriormente Spielberg se embarcó en films fallidos como Hook, Amistad, I.A., Minority Report, La terminal o La guerra de los mundos. Films que no son malos pero no estaban a la altura de lo que se esperaba del rey Midas de Hollywood.

 El problema de Spielberg es que cada vez de forma más frecuente sus películas dan vergüenza ajena, a mí me pasa. Unos ejemplos: En La lista de Schindler Spielberg incluye un innecesario epílogo en el que los actores del film ponen piedras sobre la tumba de Oscar Schindler acompañados por los personajes reales a los que interpretan. Un innesario intento de emotividad que hace que la peli pierda bastante. En Salvar al soldado Ryan, Spielberg vuelve a incluir un epílogo que da bastante grima, el del señor mayor llorando mientras se pregunta si  ha sido digno del esfuerzo que muchos hicieron por salvarle. La escenita me pareció simplemente bochornosa. Un acceso de sentimentalismo que queda ridículo. Un ejemplo más de lo qie intento explicar, imaginaros que el final de Tiburón fuera una escena en la que los dos supervivientes  llegan  nadando a la playa y todo el pueblo sale a recibirles entre aplausos y vítores. Hubiera sido un final patético para una gran película. Así es War horse.


 En War horse Spielberg demuestra que definitivamente, ha perdido el rumbo. Cuando vimos Tintín pensamos que Spielberg seguía siendo un maestro del cine de aventuras, pero al ver War horse nos damos cuenta que Spielberg se ha vuelto más sentimental que nunca. Spielberg he hecho un film familiar que busca desesperadamente la lágrima desde el primer plano. Pero el estilo no es el adecuado.  War horse parece una mezcla de El hombre tranquilo, ¡Qué bello es vivir! y Lassie. Spielberg abusa de recursos que les quedaban bien a John Ford o a Frank Capra, pero en 2012 quedan anticuados y ridículos. Me explico, esa masa popular que se congrega para ver al protagonista pasarlas canutas y que le vitorea cuando consigue su objetivo da vergüenza ajena y ya no es creíble. Hay otras maneras mucho mejores de emocionar al espectador que apelar al instinto gregario del ser humano. Spielberg vuelve a estropear su film por ese tono pastelón y ñoño del film. No recuerdo un film tan cursi desde Sonrisas y lágrimas o Siete novias para siete hermanos.

 En su intento de emocionar, Spielberg nos presenta a unos personajes demasiado planos, sin matices. O son muy buenos o son muy malos, no hay término medio. Tampoco les dedica el tiempo suficiente. El montaje es muy acelerado, hay muchas cosas que contar  y no hay espacio para un desarrollo adecuado de los personajes. Los actores hacen un gran trabajo (menos el protagonista, Jeremy Irvine, que parece lelo), pero ya desde la escena de la subasta vemos que el rancio tono melodramático de la historia va a acabar por asfixiar todo lo demás. Por supuesto, la mano del director se nota y la peli tiene escenas de batallas muy logradas  y movimientos de cámara espectaculares pero no es suficiente.
El problema es que el film técnicamente está muy bien pero el tono infantil del film lo echa todo por tierra. Spielberg se empeña en no mostrar ni una gota de sangre ni una víscera, para ello recurre a trucos (el aspa del molino) y forzados cortes de montaje (el parto) para convertir en infantil esta historia de guerra. Como cuando en la reedición en DVD de E.T. transformó digitalmente las pistolas de los policías en sprays, una vez más su deseo de llegar al mayor número de espectadores le ha jugado una mala pasada. No sabe que los niños de ahora prefieren a Bob Espoja antes que ir al cine a llorar.


 Otro que debe buscar otro camino (o retirarse directamente, que ya tiene 80 años) es el bueno de John Williams. Este señor ya cansa. Yo he sido fan de sus composiciones pero ya no puede ser más repetitivo. Su banda sonora para War horse se parece demasiado a muchas otras de su autor y no consigue aportar ni una sola melodía que se recuerde al acabar el film. Está nominado al Oscar, como siempre, y es toda una institución, pero hay que saber retirarse a tiempo.

 Otro que no está a la altura es el director de fotografía habitual de Spielberg, el genial Janusz Kaminski, la fotografía de este film es tan maravillosa que no hay quien se la crea. El atardecer de la escena final es totalmente artificial y aberrante, de un naranja chillón calcado de Lo que el viento se llevó. Un horror. Entiendo que Spielberg vuelva la vista atrás hacia melodramas de los años 30 y 40, pero han pasado 80 años.

Pastelón indigesto, sólo recomendable para amantes de la lágrima fácil y el azúcar.


domingo, 5 de febrero de 2012

Moneyball



Moneyball narra la historia real de Billy Beane, gerente de los Athletics de Oakland que se codeó con los grandes del baseball a pesar de contar con un presupuesto mucho más reducido. Vamos, como la gesta del Mirandés pero a la americana.

 Moneyball no es otra película más sobre deporte. Lo parece en buena parte de su metraje, pero no lo es.  Ya sabes, ese tipo de películas americanas que estamos cansados de ver: un equipo pequeño que intenta hacer historia. El deporte es lo de menos, ya sea fútbol americano, baloncesto, rugby o baseball.  No es de extrañar que este tipo de historias de esfuerzo y superación les hayan gustado tanto desde siempre a los norteamericanos, es su  más clara expresión del sueño americano: cualquiera con esfuerzo puede llegar a triunfar.
Moneyball es aparentemente una peli más de ese género de cine sobre deporte, pero tiene algo que la hace distinta: posee unas formas y un mensaje muy distinto a lo que estamos acostumbrados a ver.
Primeramente sorprende que apenas haya escenas de partidos en los dos primeros tercios del film. La peli va desgranando los entresijos del deporte mientras nos vamos dando cuenta de que no hemos visto realmente ningún partido (el personaje de Brad Pitt tampoco ve los partidos). Se habla de presupuestos, de las políticas de fichajes, de estadísticas, de contratos, de cesión de jugadores, etc... pero no muestra el juego en sí.


Luego llama la atención el peculiar trato de los personajes. En este tipo de pelis siempre hay un buen montón de secundarios (más o menos graciosos) que acaban por caernos bien y nos identificamos con ellos. Nada de eso pasa aquí. Ni siquiera Jonah Hill, está especialmente simpático ni gracioso, su personaje es realmente soso y anodino. Tampoco llegamos a conocer a casi ninguno de los jugadores, apenas se les dedica tiempo y apenas conseguimos asociar el nombre de unos pocos. Es curioso que los jugadores más nombrados son aquellos que ya no están en el equipo y son constantemente añorados mientras se intenta reemplazarlos.
Tampoco hay las bochornosas escenas del equipo haciendo piña o de superación de viejas rencillas entre personajes. Nada de nada. El mal rollo existente entre el gerente y el seleccionador no se resuelve de ninguna manera, no hay escena de conciliación y se huye de la lágrima fácil. Incluso los despidos de jugadores se resuelven sin apenas dejar hueco para la emotividad.
Realmente, el guión de Aaron Sorkin y Steven Zailian para Moneyball tiene bastante que ver con La red social  (también de Aaron Sorkin), ambos son films que aparentemente hablan de algo bastante superficial pero pueden dar lugar a lecturas mucho más complejas. Si la red social nos hablaba de la soledad y la imposibilidad de comunicarse en la sociedad actual, Moneyball trata del compromiso con nosotros mismos y del sentido de la lucha de David contra Goliat.



Especial mención merece el personaje de Brad Pitt, un Billy Beane que conocido el sabor de la derrota demasiadas veces  y que desea ganar de una puñetera vez. Su interpretación es totalmente creíble, una de las mejores de su carrera. También resulta creíble Jonah Hill en su cambio de registro, de adolescente salidorro a genio matemático hay un trecho. También aparecen Philip Seymour Hoffman y Robin Wright, ambos están tan bien como viene siendo habitual en ellos.

La dirección de Bennett Miller (Capote) es correcta (sin más) pero el resultado es un tanto frío. Moneyball no llega a emocionar al espectador, supongo que es totalmente premeditado.

Los que busquen un film más sobre deporte es posible que salgan decepcionados, los que busquen una comedia o una peli de Brad Pitt también se sentirán defraudados. Los que no busquen nada más allá de ver un buen film, saldrán bastante satisfechos.


¿Cómo se podría definir la filosofía de esta peli en una frase? El dinero no puede comprarlo todo, te lo dice Brad Pitt (que produce esta peli ya que gana 12 millones de dólares por película).

¿Cómo la resumiría yo? Pase lo que pase, gane tu equipo o pierda, el lunes a currar.

6


P.d.: No me gusta ver deporte televisado, me aburre soberanamente, pero algunas películas sobre deporte son especialmente interesantes. Ahora me viene a la mente esa ácida y vertiginosa crítica al podrido mundo del deporte que hizo Oliver Stone llamada Un domingo cualquiera. En su día me pareció exagerada pero el tiempo le ha dado la razón.
También me viene a la memoria The damned United, el film de Tom Hooper (El discurso del rey) sobre la historia real de un controvertido entrenador de fútbol inglés. También Ken Loach dejó hace poco un gran alegato futbolístico con Looking for Eric. Me gustó mucho a pesar de no haber visto ningún partido de fútbol desde el España-Alemania del mundial de 1982.

viernes, 3 de febrero de 2012

J. Edgar



He de reconocer que desde niño me ha fascinado la figura de J. Edgar Hoover y que siempre pensé que Oliver Stone podría haber hecho una gran película basada en la biografía de tan controvertido personaje. No olvidemos que Stone ha dirigido films sobre Kennedy (JFK) o Nixon, presidentes americanos en cuyos mandatos Hoover fue director del FBI. Pero finalmente ha sido Clint Eastwood quien ha realizado este biopic sobre uno de los hombres más poderosos del siglo XX.

 Hoover ostentó el cargo de director del FBI desde 1924 hasta su muerte en 1972. Fue un hombre decidido, de fuertes convicciones morales y dispuesto a todo por lograr su objetivo. Como director del FBI Hoover se enfrentó a comunistas, gángsters, secuestradores y al crimen organizado. Hoover revolucionó los métodos de investigación y trazó una red de información en las que todos los posibles sospechosos tenían una ficha. Pero su red de información era cada vez más grande y Hoover llegó a espiar y tener información de miles de ciudadanos (incluidos congresistas, los presidentes norteamericanos y sus mujeres). Sólo así se explica que Hoover ostentara su cargo durante casi 50 años, ninguno de los siete presidentes a los que sirvió tuvo el valor de destituirle, tal era su poder y el temor a lo que pudiera desvelar.


Pero una biografía tan excitante y controvertida como la de Hoover no es suficiente para hacer ameno al film. Se necesita algo más. Eastwood demuestra su más que probado talento a la hora de rodar y dirigir actores pero es incapaz de hacer que esta historia nos atrape todo lo que debería hacerlo. Por momentos se hace aburrida. Quizás sea fallo del lioso montaje o que el guión se extienda demasiado en la vida personal del personaje (Eastwood da por probada la homosexualidad de Hoover). Eastwood apuesta por comprender al personaje y casi justifica sus actos como director del FBI basándose en sus estrictas convicciones morales y en la relación con su dominante madre. Eastwood parece decirnos que la primera víctima de Hoover fue el mismo Hoover. El personaje público no parece tener piedad ni consigo mismo.

 Para mí el principal lastre del film es que Eastwood alterna varios momentos temporales (con continuos flashbacks) que hacen perder ritmo a la película. Este recurso sirve para contrastar cómo era el joven e idealista Hoover con el viejo y poderoso Hoover pero también sirve para que el film sufra unos innecesarios parones narrativos. Cuando la cosa se pone interesante, el film vuelve al presente. Ambas líneas temporales no acaban de funcionar ni ayudan a que el espectador siga el hilo de los acontecimientos. Si el espectador no está muy informado de los hechos históricos narrados es bastante fácil perderse, Eastwood supone que el espectador es un experto en historia reciente americana, cosa que no tiene por qué ser cierta.
Un ejemplo: Se cita a Charles Lindbergh como el personaje más famoso del siglo XX, pero en ningún momento se dice que fue el primer hombre que cruzó el atlántico en avión en 1927. Toda una proeza que le convirtió en un héroe nacional americano, hasta Billy Wilder hizo una peli de la gesta interpretada por James Stewart (El héroe solitario o  The Spirit of St Louis). Eastwood supone que Lindbergh es un personaje de sobra conocido en todo el mundo, creo que en Europa Lindbergh y el posterior secuestro de su hijo no son tan populares. Quizás un pequeño inserto de un noticiario o un recorte de periódico hubiera servido para poner al espectador al día.

Los actores me gustaron mucho a pesar de que a veces los maquillajes son un poco grotescos. Leonardo DiCaprio está creíble en la contradictoria piel de Hoover. También me gustó mucho Judi Dench en el papel de la madre (seguro que Freud tendría mucho que decir sobre la relación de Hoover con su madre) y Naomi Watts como la fiel secretaria.

 J. Edgar no es la gran película que este director, esta historia y estos actores podrían haber realizado. No es mala, ni mucho menos, pero podría haber sido mejor.

6