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lunes, 29 de septiembre de 2014

Senderos de gloria (Paths of glory, 1957)



En 1934, el escritor canadiense Humphrey Cobb leyó en un periódico una extraña noticia que rezaba: “Francia absuelve a cinco fusilados por amotinamiento en 1915. Dos de sus viudas reciben una indemnización de un franco cada una”.
 Cobb, que había participado en la Primera Guerra Mundial, descubrió que, tras el fracaso de una ofensiva militar, el general francés Réveilhac había ordenado fusilar a cinco cabos elegidos al azar de entre sus propias filas. Un escarmiento ejemplar que culpaba del fracaso militar a las tropas (cobardes e insubordinadas) y no a los mandos. Incluso se llegó a ordenar bombardear las propias líneas para obligar a salir de las trincheras a los soldados. La absolución de los cinco fusilados llegaba demasiado tarde pero al menos se restauraba su honor. Inspirándose en estos hechos, Cobb escribió Senderos de gloria en 1935, un libro que conmocionó al joven Stanley Kubrick. Años más tarde Kubrick colaboraría en la elaboración del guión.

 Dicho guión fue dando tumbos por los estudios de Hollywood sin que ninguno de ellos quisiera llevarlo a cabo. Cuando llegó a manos de Kirk Douglas éste se quedó prendado y se comprometió personalmente para llevarlo a cabo. Una vez que Douglas apoyaba el proyecto la United Artist decidió darle luz verde, era un presupuesto moderadamente bajo que seguro que recuperaría la inversión al tener en el reparto a una gran estrella como Douglas. Stanley Kubrick era un director joven que había causado buen impresión con sus dos primeros trabajos y era barato, por lo que fue elegido para dirigir la película.  Cabe destacar que el final presentado a United Artist era un final feliz que nunca llegó a rodarse, siendo una treta para convencer a la productora. Una vez rodado el film se decidió no modificar el final.

  El film viene a incidir sobre la idea de que la guerra sirvió para satisfacer los intereses de un puñado de militares de alta graduación de uno y otro bando. Ya desde el inicio nos deja claro quien mueve los hilos en la guerra y con qué fines lo hacen. En la conversación inicial entre dos altos mandos militares franceses, rodada con una maestría exquisita, Kubrick nos evidencia que la muerte de miles de soldados en el campo de batalla no parece tener ninguna importancia para los mandos si estos consiguen ascender en la jerarquía. Las ambiciones personales se anteponen a las vidas de sus tropas. Cualquier medio es lícito para lograr escalar en el escalafón militar, ello incluía ataques sin ninguna posibilidad de éxito, bombardear a sus propias tropas y fusilamientos por cobardía.

 El hecho de intentar justificar un fracaso mediante la insubordinación de los soldados y la forma de evitarlo fusilando a tres de ellos al azar para dar escarmiento son hechos que acontecieron realmente en la gran guerra. Así mismo el hecho de bombardear tus propias posiciones para obligar a las tropas a avanzar parece que no fue infrecuente en la Primera Guerra Mundial. Kubrick parece decirnos que la guerra saca siempre lo peor del ser humano pero también lo mejor.

 Kubrick nos sitúa luego en una trinchera y nos muestra las trágicas repercusiones de las decisiones tomadas por el alto mando. El personaje de Kirk Douglas es consciente del hecho que debe liderar a sus hombres a una muerte casi segura, pero aun así debe hacerlo. Es el dilema moral de este personaje lo que dignifica al ser humano. El coronel Dax defenderá (también con muy pocas posibilidades de éxito ) a los tres soldados elegidos al azar para ser juzgados por cobardía.
 Sin moralinas ni patriotismos baratos Kubrick aboga por luchar por lo que uno cree justo aunque no haya ninguna posibilidad de éxito. Es este hecho el que realmente diferencia a un héroe de alguien que sólo cumple órdenes y se escuda en ellas. Kubrick ataca así ferozmente al estamento militar.

 Técnicamente el film es impecable.  Kubrick, en su habitual y obsesiva búsqueda de la perfección, repetía las escenas decenas de veces hasta que le satisfacía el resultado. Sólo por la escena de la conversación entre la pareja de altos mandos Kubrick demuestra un excelente dominio de la técnica. Tanto la fotografía como los movimientos de cámara son sensacionales. Nada es aleatorio ni está dejado al azar todo tiene su significado y hasta el más mínimo detalle, frase o mirada están perfectamente estudiados. Las espectaculares escenas de las cargas contra la trinchera enemiga con Kirk Douglas arengando a sus soldados son impactantes. Cabe destacar que Senderos de gloria contiene algunos de los mejores travellings de la historia del cine.

 Debo mencionar la escena final en la que una joven muchacha canta una canción en alemán ante las tropas francesas viniendo a significar que, al fin y al cabo, todos somos iguales y no existen tantas diferencias entre países. Todos han perdido familiares y amigos en una contienda en la que sólo salen ganando unos pocos. La inicial burla de los soldados franceses se va tornando en comprensión e incluso emoción. La muchacha alemana está interpretada por Suzanne Christiane quien se convertirtía en la tercera y definitiva esposa de Kubrick.

 Obviamente, el film no gustó en la Francia de De Gaulle (que había combatido en la contienda) por la imagen que se transmitía del ejército francés. El film no sólo levantó ampollas en el país galo,  también estuvo prohibido en la España del general Franco y no se estrenó hasta 11 años después de la muerte del dictador.

 Senderos de gloria es una maravilla antibelicista. Una de las mejores películas (anti)bélicas de la historia y la mejor sobre la Primera Guerra Mundial.





jueves, 11 de septiembre de 2014

Cautivos del mal (The bad and the beautiful, 1952)


 Pocas veces el mundo del cine ha sido visto de manera tan despiadada como en esta gran película de Vicente Minnelli.

 Minnelli fue un director especializado en musicales, género en el que cosechó grandes éxitos durante las décadas de los 50 y 60 como Brigadoom, Un americano en París o Gigi. Sin embargo yo prefiero sus films no musicales como El loco del pelo rojo, El padre de la novia y la que nos ocupa Cautivos del mal. Minnelli demostró ser uno de los más grandes directores de Hollywood, un artesano versátil capaz de triunfar entre el público en varios géneros. Sin embargo, de las seis estatuillas que cosechó el film, no está incluida la de mejor director, ni siquiera estuvo Minnelli nominado. Quizás fuera una venganza de Hollywood por mostrar su lado menos glamuroso. Minnelli debería esperar todavía unos años para alzarse con el ansiado premio. Su trabajo en Cautivos del mal es impecable, siendo su dirección de actores y sus sutiles movimientos de cámara lo que más llama la atención a un espectador moderno. Un estilo de rodar y de contar una historia que caducó hace mucho tiempo pero que 60 años después sigue siendo imbatible. Minnelli, gran amante del cine en color, decidió rodar esta historia en blanco y negro para abaratar los costes, así de implicado estaba en esta historia.

 Cautivos del mal se beneficia de un excelente guión y unas estrellas en su reparto que eran también unos actores sobresalientes (algo que, lamentablemente, hace mucho tiempo que ya no se da). Cabe destacar a Kirk Douglas como Johanthan Shields, Douglas despliega todo su encanto de seductor dejando ver a su vez el trasfondo trágico de su personaje. También la estrella rubia por antonomasia de la época, Lana Turner, está sobresaliente. Sólo por ver la química entre esta pareja de actores vale la pena ver esta gran película.


  El film pivota sobre la siguiente pregunta: ¿A quién pertenece una película? ¿Quién es su máximo responsable?. El cine, como suma de todas las artes existentes (literatura, pintura, música, escultura, etc), es un trabajo en equipo cuyo resultado final es mucho más que la suma de las partes. Debe haber algo que aglutine el conjunto y le de coherencia y personalidad propia.  Es ahí donde entra en juego la figura del productor. El productor es quien invierte su dinero y pone en relación a todos los intervinientes en el proyecto. No es de extrañar que el Oscar a mejor película lo recoja el productor. Él es el  verdadero dueño de la película y quien tiene la última palabra sobre el resultado final.

 Cautivos del mal es un fiel reflejo de esa época dorada de Hollywood. Una industria que resplandecía con luz propia. Todo ello gracias al talento de artesanos reunidos en torno a un productor. Cautivos del mal se basa en una estructura a base de flashbacks en la que un director, un escritor y una estrella de Hollywood rememoran sus experiencias junto al productor Jonathan Shields. Los tres se sienten traicionados por Shields pero no pueden negar que son lo que son gracias a él, Shields sacó a flote lo mejor de ellos y les hizo creer en sus posibilidades para ser dejados en la estacada cuando dejaron de servir a sus intereses.

 Ahora Shields, agobiado tras sus últimos fracasos como productor, decide jugarse todo a una carta y recurrir a sus antiguos colaboradores a pesar de que sabe que le odian. El retrato de Johnathan Shields me parece francamente interesante, es un tipo seductor capaz de cualquier cosa para lograr su objetivo incluso es capaz de contratar extras para que acudan al entierro de su padre. Un padre que era un productor con fama de tirano que acabó odiado y abandonado por todos, algo que Jonathan pretenderá evitar  a toda costa pero parece que el destino se obstina en hacerle repetir los pecados de su padre. Al menos, la llamada de socorro a sus antiguos amigos parece humanizarlo y alejarlo de la maldición familiar, es algo que su padre nunca hubiera hecho. Por cierto, la escena final del film me resultó un poco forzada y, en mi humilde opinión, desentona un poco con el tono ácido del film. Es el único pero que le puedo poner.


 Cautivos del mal es un ejemplo de ese cine basado en unos diálogos y una puesta en escena prodigiosa. Ningún movimiento de cámara es aleatorio ni sobra una sola mirada o coma del guión. Un trabajo de orfebrería al servicio de una historia que tiene visos de venganza y ajuste de cuentas. No resulta improbable que Johnathan Shields, el productor sin escrúpulos personificado por Kirk Douglas, estuviera inspirado en David O. Selznick. Su historia de auge y caída tiene demasiadas similitudes como para ser casual.  Antes de que el cine norteamericano cayera en manos de ejecutivos, hubo un tiempo en el que todopoderosos productores como David O. Selznick se jugaban su fortuna y su prestigio en cada película. No cito casualmente al productor de Lo que el viento se llevó, Duelo al sol o Rebeca. Selznick fue un productor caprichoso y cruel que no acabó bien con la mayoría de sus colaboradores. Sus intromisiones en el rodaje y sus cambios de última hora en el guión son legendarios. Hitchcock acabó harto de sus intromisiones y Eric Von Stroheim comentó que se había sentido en Hollywood como una prostituta.  Selznick era tan caprichoso y poderoso que era muy capaz de convertir a una actriz de tercera en una gran estrella (lo hizo con su esposa Jennifer Jones).

 Los productores, no nos engañemos, siempre han buscado la rentabilidad del producto, importando muy poco las aspiraciones artísticas del director o del resto del equipo. Pero Selznick formaba parte de ese selecto club de productores que buscaban algo más. Probablemente, en un delirio de grandeza, buscaban que su nombre fuera recordado para la posteridad gracias a sus películas.


 Tampoco parecen casuales ciertas similitudes entre el personaje de Lana Turner y la ya ex esposa de Minnelli, Judy Garland. Ambas tenían ciertas peligrosas adicciones y una importante falta de auto estima. Al igual, parece evidente la inspiración en el polémico director austriaco Joseph Von Stroheim para el personaje del director Voll Stein. Incluso el propio Minnelli tiene similitudes con Shields, ambos habían fracasado con sus dos últimas películas. Parece ser que Minelli volcó buena parte de sus conocimientos y experiencias en Hollywwod en esta imperecedera película.

  Así pues, Cautivos del mal es uno de los mejores ejemplos de “cine dentro del cine”. Una joya.