sábado, 3 de diciembre de 2016

Vaiana

 Parece que Disney se está adaptando a los nuevos tiempos y los roles de sus personajes femeninos están cambiando.

 La absorción de Pixar supuso la asimilación de su equipo creativo y la nueva savia le ha venido francamente bien al gigante de la animación. Llegan olas refrescantes al mortecino repertorio de Disney. Las nuevas heroínas ya no son siempre de raza blanca, no olvidemos que Tiana y el sapo fue la primera película de Disney protagonizada por una chica de color tras 80 años de historia. Nunca es tarde si la dicha es buena.
En Vaiana la protagonista tampoco es exactamente una princesa, es la hija del jefe de la tribu de la Polinesia, que es parecido. Ni siquiera hay aquí una historia de amor ni un príncipe azul, elementos que no son necesarios y que uno aprecia que no se incluyan con calzador. Aquí, como en Brave, es la chica la que debe sacarse las castañas del fuego si quiere sobrevivir. Se agradecen igualmente estos gestos hacia otras etnias y que salgamos de los ambientes palaciegos. Los avances en la trama y los personajes se quedan cortos con los avances técnicos. En Vaiana el mar es el absoluto protagonista, estando en el 80% de las escenas, siendo su representación en pantalla simplemente asombrosa. La verdad es que la animación por ordenador de esta película es fascinante. Las escenas marinas son para quedarte con la boca abierta, también las texturas de los tatuajes son asombrosos. Técnicamente nos encontramos ante un film espectacular, todo un paso de gigante en la animación por ordenador.
John Musker y Ron Clements son los responsables de éxitos de la factoría Disney como Aladdin, La sirenita, Hércules o Tiana y el sapo. Su solvencia está más que probada y una vez más demuestran su total dominio de la técnica. Más allá de las novedades ya citadas, la historia no es muy novedosa pero, al menos, no es la enésima repetición de caducos esquemas. Cierto que la historia no tiene ni pies ni cabeza, pero no procede ponerse quisquilloso con este tipo de historias, es mejor dejarse llevar e intentar que la magia haga efecto en uno como cuando éramos niños. Vaiana me ha maravillado por momentos gracias a la fuerza de sus imágenes. Se hace muy ágil y divertida para los niños (ese pollo es un hallazgo) mientras a los mayores sus 113 minutos no se nos hacen pesados, excepto por las inevitables canciones metidas con calzador. Uffff. Reconozco que algunas canciones me sobraron, son pegajosas y sirven para reforzar las imágenes pero no están a la altura de éxitos recientes como Frozen o Enredados. Al menos, en la primera escucha. Ya os diré cuando las haya escuchado cientos de veces.
Debo citar que me agradaron ciertos toques de auto parodia o esa fugaz aparición de cierto reno que salía en un film reciente de la factoría. Incluso, al final de los títulos de crédito (algo que ya usaba Pixar) hay una cita a un divertido personaje del imaginario creado por Disney. Los de Disney saben que sus películas son clásicos para varias generaciones y que han pasado a formar parte de nuestra cultura (nos guste o no) y las usan como referencia. Otra novedad que es bienvenida. Hablando de referencias, igual son cosas mías, yo vi cierto tono general a lo Miyazaki, mientras los Kakamora me recordaron a Mad Max: Fury road.
 Vaiana se pasa en un suspiro y es todo un alarde visual que bien merece pagar una entrada de cine. Mis hijos han salido encantados y sus padres también.

6

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