lunes, 2 de febrero de 2015

Big eyes


 No nos engañemos, el arte es un negocio. El cine es un claro ejemplo de ello. El público desea compulsivamente ver una y otra vez las mismas historias. Cuando cualquier creación artística tiene éxito el público exige a su creador que se copie a sí mismo una y otra vez.

 Por lo tanto, podemos considerar el estilo como un auto plagio. Para muchos artistas es casi una maldición tener que estar presos de su estilo, lo que concierte a su obra en algo fácilmente etiquetable y, lo que es peor, más fácilmente vendible. Hoy el arte es un producto de consumo. Seguro que algo de todo esto ha sentido en su carrera Tim Burton. Un tipo raro que acabo siendo asimilado por la industria y cuya capacidad para evolucionar era ya ciertamente preocupante.

 Big eyes no sólo trata sobre la maldición del estilo y la dictadura que el público ejerce sobre el artista, también nos presenta la reproducción masiva como un paradigma del capitalismo y la producción en masa. A la vez esta historia nos sirve también para darnos cuenta de la falsedad del arte y de cómo el marketing de un producto es tan importante o más que el producto en sí. Algo en lo que Andy Warhol (un pésimo artista pero un gran vendedor) fue el máximo exponente en el siglo pasado. No es casual que el film se inicie con una cita de Warhol ni que en una escena la protagonista coja una lata de sopa Campbel justo antes de descubrir un stand con reproducciones de sus cuadros. Las reproducciones han abaratado el arte y lo han acercado al público masivo, pero también lo han vulgarizado. Desde que Duchamp acabó con la sana tradición de que para hacer una obra de arte hiciera falta talento, cualquier estupidez es arte. ¿Ya he dicho que el arte moderno es muchas veces una gran estafa? Personalmente, los dibujos de Keane me parecen un auténtico horror. Muy chulis para postales pero insufribles por su inmovilismo.


 Hablando de estilo. Es difícil, casi imposible, reconocer la mano de Tim Burton tras la cámara en esta película. Sólo la idílica urbanización del principio y su gusto por la década de los años 60 nos pueden dar una velada pista de quien se esconde tras las cámaras. Por suerte, Burton se ha dado cuenta que urgía un cambio en su carrera. Nunca es tarde si la dicha es buena. El mérito se debe a la pareja de guionistas formada por Scott Alexander y Larry Karaszewski, quienes ya convencieron a Burton hace años para que rodara su guión sobre Ed Wood. Esta pareja de escritores son también los responsables de biopics tan estimulantes como Man on the moon o El pueblo contra Larry Flint. Parece que tienen un gusto exquisito a la hora de elegir personajes reales que representan lo mejor y lo peor de la sociedad norteamericana. La familia Keane no es una excepción.

  Reconozco que me gustó la historia y cómo está contada. Burton no se revela aquí como un gran director pero al menos no da risa con esos estrafalarios personajes suyos interpretados por un gesticulante Johnny Depp totalmente fuera de control. En Big eyes, Burton adapta su estilo a la historia y no al revés. Burton nos habla de personajes atrapados en estereotipos que no les permiten cambiar. Quizás Burton se vea identificado con la protagonista del film. Puede que a él no le haya resultado nada fácil escapar de su propio universo de fantasía.
 Por suerte el tándem de actores formado por Christoph Waltz y Amy Adams nos ofrece una interpretaciones a la altura de lo esperado. De Waltz ya sabíamos que el tipo era un gran actor pero la que sorprende gratamente es una Amy Adams en la mejor interpretación de su carrera. Y todo ello sin kilos de maquillaje ni disfraces imposibles.

  También el compositor Danny Elfman ha buscado nuevas vías de expresión. El score de Elfman huye de su estilo habitual y se adentra en nuevos territorios con resultados más que satisfactorios. Nada de coros infantiles, cascabeles o leit motifs fácilmente identificables. Elfman ha evolucionado huyendo de repetirse a sí mismo, intentando no ser predecible. Sinceramente, todo artista debería ser capaz de reinventarse e innovar sin importar la repercusión comercial de su obra.

  Si el estilo es una maldición, con Big Eyes Burton se libra de ella. Burton diluye su personalidad en la historia ofreciéndonos su mejor película de no animación desde Ed Wood.

6,5

1 comentario:

Cinemagnific dijo...

A mi en cambio no me llenó. Agradezco ese cambio en la "dictadura del estilo", pero la película me parece completamente desaprovechada y sin alma. A años luz de Ed Wood. El viernes pasado hice la crítica en mi blog y me explayo más. Pero la película me dejó totalmente frío, a pesar de todas sus buenas intenciones iniciales e indiscutibles.