En 2013 nos llegó el film Jobs que era un telefilm mediocre con intenciones de biopic. Jobs no estaba a la altura
del personaje al que retrataba. Steve Jobs necesitaba de un
tratamiento mucho más complejo. Ya entonces eché de menos en la escritura
del guión a Aaron Sorkin,
uno de los mejores guionistas de los últimos años, el tipo responsable de El ala oeste de la Casa Blanca o La
red social. Parece que los astros me han escuchado y finalmente
Sorkin ha escrito un guión sobre Steve Jobs.
Sorkin ha vuelto a realizar un
trabajo excelente que retrata una vez más a uno de los hombres más influyentes
de las últimas décadas. A Sorkin parece interesarle el poder y sus entresijos
pero también cómo la gente influyente no puede escapar de las miserias del
resto de los mortales. El estilo Sorkin está presente en cada línea de diálogo
y se nota. Los personajes
hablan sin parar mientras deambulan de un lado a otro en una frenética carrera
contra el reloj. No deja
de ser curiosos que Sorkin haya elegido los momentos previos a tres
presentaciones cruciales de Jobs para retratar a su personaje. Sorkin no opta por el biopic
al uso en el que se nos
cuentan los hechos de forma ordenada o con el uso de flashbacks. Sorkin se
centra en momentos clave de la vida de Jobs y los usa sabiamente para reflejar
el mundo en el que vivimos. Son en esos instantes de caos y prisas en los que
Sorkin se mueve como pez en el agua, sus
diálogos resultan vibrantes y rezuman verosimilitud. El constante ir y
venir de personajes dota a su libreto de un ritmo trepidante que puede ser
excesivo algunas veces. El film parece escrito a modo de una frenética obra de
teatro, dando todo el protagonismo al texto y los actores para narrar esta
tragedia sobre el hombre moderno. Sin embargo, la jugada esta vez no le ha
salido tan redonda a Sorkin como con su biopic sobre el creador de Facebook. En Steve Jobs que tanta
verborrea incontenida y tanta repetición de esquemas pueden hacer que algunos
espectadores pierdan el hilo.
Sorkin presenta un Jobs
controvertido con múltiples luces y sombras, algo que ya hizo con el Zuckerberg
de La
red social. Jobs se nos presenta como un gran publicista que sabía lo que
la gente quería y como un gran líder capaz de llevar a sus colaboradores
más allá de donde ellos mismos pensaban que eran capaces de llegar. Jobs
aparece en el film como un
visionario atrapado en la rueda de la sociedad, siempre atendiendo a
las demandas de los demás y siempre negándose a ellas. Como si
cediendo o dejándose convencer dejara de ser él mismo. Tranquilos, los
no iniciados en la historia de Steve Jobs o la historia de la informática no
deben temer, esta película (como La
red social) versa sobre personas, no sobre ordenadores. Que
no se me olvide, me gustaron mucho el inicio con las imágenes de archivo de Arthur C. Clarke (2001) y la mención a Alan Turing.
Si el guión de Sorkin está a la
altura del personaje, tras los mandos tenemos al irregular Danny Boyle, capaz de
lo mejor y lo peor. Yo hubiera preferido repetir el tándem Sorkin-Fincher pero
no ha sido posible. Lo que Fincher tiene de contenido e introspectivo, Boyle lo
tiene de excesivo. Boyle dota aquí a la película de un ritmo trepidante que
puede hacerse irritante
por momentos. Su estilo nervioso y la ambientación entre bambalinas me
indujeron a pensar que Boyle se había dejado influir demasiado por Birdman.
Ya he comentado que, al igual que en el film de Iñárritu, muchos espectadores pueden
verse sobrepasados por el aluvión de palabras que les caen desde la pantalla
como si de una cascada se tratara. Quizás la dirección de Boyle
no alcance los niveles del guión pero, al menos, no lo estropea.
Lo que sí está
a la altura es la pareja de actores formada por Michael Fassbender y Kate Winslet. Ambos son de los mejores actores de su
generación y aquí demuestran una vez más el porqué. También Jeff Daniels y Seth
Rogen están francamente
bien.
Sinceramente, creo que Steve Jobs podría formar junto con La red social y Her una interesante trilogía sobre cómo la
tecnología está modificando la forma de relacionarnos. Dos de ellas se centran
en las personas cuyos inventos han modificado seriamente nuestra forma de
comunicarnos y la otra es una mirada a un posible futuro cercano. Creo que las
tres vienen a decirnos que, paradójicamente, cada vez estamos más aislados en
un mundo interconectado.
No estamos ante un biopic al uso, de hecho, no tiene nada de biopic.
Me da por pensar que el propio Steve
Jobs le hubiera
encantado esta película.
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