sábado, 30 de agosto de 2014

El señor de las moscas (Lord of the flies,1963)



 Un grupo de niños que van de los 6 a los 12 años sufren un accidente aéreo que les lleva hasta una isla desierta. Allí deberán aprender a sobrevivir a la vez que forman una nueva sociedad.

La novela de William Golding, publicada en 1948, ha tenido hasta la fecha 2 adaptaciones cinematográficas, una por Peter Brook en 1963 y otra en 1990 a manos de Harry Hook. Cualquiera de ella es recomendable, si bien yo me quedo de lejos con la de 1963. La de 1963 es muy superior, sobre todo técnicamente. Sólo el inicio del film con esa narración a base de fotografías fijas te deja clavado al asiento. Además el trabajo de fotografía en blanco y negro es un verdadero prodigio. Entre ambas versiones hay diferencias (como la elección del jefe del grupo) pero la esencia de ambos es similar. Sin embargo, los personajes tienen más matices y están mejor desarrollados en la primera versión.

  Tanto la novela  como las películas ahondan en la idea de la sociedad humana. Los niños perdidos en una isla desierta deben primeramente aprender a sobrevivir. Deben satisfacer sus necesidades básicas de cobijo y alimento. En los primeros días tras el accidente, se establecen unas normas básicas de convivencia y disciplina encaminadas a un posible rescate y heredades de la sociedad de la que provienen los muchachos.
 El hecho de encender el fuego se hace imprescindible, las gafas del personaje de Piggy (Cerdito), un muchacho no muy dotado físicamente y que es objeto de las burlas de sus compañeros, serán la herramienta usada para encender el fuego. También se establece un método de llamar a asamblea haciendo sonar una caracola. Dicha caracola servirá también para tomar la palabra en las reuniones, todos tendrán acceso a la palabra pero sólo podrá hablar aquel que esté en posesión de la caracola. Ésta pasará a ser el símbolo de la organización del grupo, es su pequeña unión a las normas sociales del lejano mundo de los adultos. Es su pequeña constitución y su símbolo de democracia dentro del grupo.

 Se establecen roles sociales dentro del grupo. Se repartirán tareas y se asignan turnos para vigilar que el fuego no se apague durante el día y la noche. La falta de seguimiento por parte de algunos hace pensar a Ralph, elegido líder del grupo, que hacen falta sanciones disciplinarias. Los encargados de cazar, capitaneados por Jack, se convierten en un grupo fundamental, ya que son los que traen la comida al grupo, siendo los cerdos salvajes su presa más preciada. Para ello necesitan lanzas que ellos mismos construyen. El poder otorgado por las armas los convierte en una élite social. Jack y sus cazadores empiezan a diferenciarse del resto pintándose la cara como si de guerreros tribales se tratara. Jack apela al instinto gregario del ser humano que le hace querer pertenecer a un grupo y ser aceptado socialmente. Todo el que no pertenezca a la tribu será tratado como un paria. Jack difunde entre los suyos la idea de que nunca van a ser rescatados, así pierden la fe en el improbable rescate y deciden dejar de seguir las normas establecidas por Ralph.

 Jack potencia también creencias infantiles, casi mitológicas, haciendo creer a los demás que hay un monstruo en la isla. Jack usa el miedo de sus compañeros para controlarlos. La razón que deja paso a la superstición. El retorno a los estadios primitivos del ser humano queda patente no sólo en sus pinturas de guerra sino también en los ritos, ofrendas y sacrificios que llevan a cabo. Jack crea una dictadura basada en el miedo en la que él es el dictador y los demás obedecen.  Jack ofrece comida y seguridad, lo que hace que su violenta dictadura vaya ganando cada vez más adeptos. Una vez más vemos cómo la seguridad se impone a la libertad. 

 Así, la tribu de Jack se va haciendo más numerosa hasta que los pocos que no se han unido a ella serán vistos como disidentes y serán hostigados por sus antiguos compañeros. Frente a la tribu de Jack, Ralph y Piggy tienen la caracola y las gafas para hacer fuego, pero cuando la tribu de Jack les roben las gafas, no tendrán nada más que unas normas que ya nadie sigue. Ralph y Piggy siguen creyendo que el rescate es posible y que hay que mantener unas normas básicas de convivencia y respeto. Es el hecho de tener fe lo que realmente les diferencia del resto. Si no hay esperanza no vale la pena seguir con las normas de una civilización que ya no tiene ninguna influencia sobre ellos. En el grupo de Jack se impone la tiranía, siendo los caprichos del líder los que decidan el destino del grupo.

 Tanto la novela como sus adaptaciones son fábulas pesimistas sobre la sociedad. Personalmente, no creo que el ser humano sea bueno por naturaleza y sea la sociedad la que lo convierte en malo. Creo que instintos y comportamientos violentos o autoritarios son inherentes a la naturaleza humana. La vida en sociedad sacrifica parte de esos instintos en beneficio de la colectividad. De igual modo, puede ocurrir que una sociedad, movida por el miedo se deje gobernar por un tirano.

 Me pareció muy estimulante la simbología de los objetos como las gafas (el progreso), la caracola (la democracia), la pintura (la diferencia frente a los otros) o la cabeza del jabalí (el miedo). Como podéis ver, una película sobre niños que no es para niños.

Aquí os dejo ambas versiones:
 La mejor, la de 1963:


Y la de 1990:

3 comentarios:

Hemos Visto dijo...

El libro, impresionante, las películas, lamentablemente no las hemos visto... quedan apuntadas.

Hemos Visto

Anónimo dijo...

Un libro excepcional y 2 muy recomendables películas, distintas entre sí pero las dos mantienen el mensaje del libro. Eso sí, la original es muy superior por el trasfondo apocalíptico que carece la segunda version.

Anónimo dijo...

una joya