No todos los días tiene uno la oportunidad de ver en directo a una banda de blues rock de primer nivel. Da igual que sea Domingo y al día siguiente paguemos las consecuencias, hay citas a las que no demos decir que no y The delta saints son una de ellas.
Partiendo de las raíces de la música americana como el soul, el blues y el swamp rock, Delta Saints eleboran un cóctel explosivo altamente refrescante. No han inventado nada pero lo ejecutan de forma apasionada y apasionante. No se puede pedir más. Delta Saints son un exponente de esa nueva música americana fuerte mente enraizada pero que no teme mirar hacia el futuro y que tan buenos ejemplos nos está dando en los últimos años.
Los de Nashville recalaban en la capital de cierzo como colofón a su maratoniana gira europea. No sé si se les notarían los kilómetros que llevaban encima, confesaron que llevaban recorridos unos 15.000 en un mes, pero el grupo funcionó de escándalo con un sonido y una fuerza bárbaros.
Ni los kilómetros ni el cansancio parecían hacer mella en un grupo que es un engranaje perfecto de fabricar buena música. Todo un lujo poder verlos así de cerca en una sala pequeña como la Sala López. Debo mencionar el buen rollo y camaradería que destilaban todos los miembros del grupo el exquisito virtuosismo de unos músicos que disfrutaron tanto como el público asistente a su torrente de rock-blues inmortal. Un conjunto de músicos impresionantes, yo diría extraterrestres, facturando un rock alucinante de apabullante energía que se metió al público en el bolsillo desde el primer tema. Por Dios, qué energía destilan estos tipos.
Los de Nashville recalaban en la capital de cierzo como colofón a su maratoniana gira europea. No sé si se les notarían los kilómetros que llevaban encima, confesaron que llevaban recorridos unos 15.000 en un mes, pero el grupo funcionó de escándalo con un sonido y una fuerza bárbaros.
Ni los kilómetros ni el cansancio parecían hacer mella en un grupo que es un engranaje perfecto de fabricar buena música. Todo un lujo poder verlos así de cerca en una sala pequeña como la Sala López. Debo mencionar el buen rollo y camaradería que destilaban todos los miembros del grupo el exquisito virtuosismo de unos músicos que disfrutaron tanto como el público asistente a su torrente de rock-blues inmortal. Un conjunto de músicos impresionantes, yo diría extraterrestres, facturando un rock alucinante de apabullante energía que se metió al público en el bolsillo desde el primer tema. Por Dios, qué energía destilan estos tipos.
Recordad ese nombre: The delta saints. Pueden ser el próximo pelotazo del rock internacional (como lo fueron en su día The Black crowes, Jack White o The black keys) o puede que no pase nada con ellos y el gran público nunca los conozca. Quizás sea mejor así, podremos seguir disfrutando de su rock de forma mucho más cercana.
Por su parte los zaragozanos Mama Kin hicieron lo propio con un concierto mucho más que correcto, derrochando clase y ganas.
Lo dicho, un lujo, oiga.
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