Pocos meses después del estreno de la excelente Del revés (Inside out), Pixar nos trae esta nueva propuesta de animación. Desde su compra a manos de Disney, Pixar nos viene ofreciendo una de cal y otra de arena. El viaje de Arlo es la cal. Es una obra menor. Un film entretenido, sin más, que se ve con agrado e incluso es posible que a algún espectador le toque la fibra sensible en algún momento concreto, pero no es ninguna maravilla.
No me malinterpretéis, no es mala película, cumple sobradamente para pasar el rato. Ocurre que estamos muy mal acostumbrados a pedirle a Pixar ese plus que no está en el resto del cine de animación. El viaje de Arlo es un film bien intencionado y muy familiar, casi demasiado. El film traslada a la era de los dinosaurios los valores tradicionales de los que siempre ha hecho gala Disney. Pero la imaginación desbordante y los sentimientos a flor de piel no han aparecido en esta película. Seamos claros. El viaje de Arlo tiene bastante más de Disney que de Pixar.
Ya de primeras, me resultó curioso que en este film los dinosaurios supieran arar y cultivaran la tierra en sus granjas. El viaje de Arlo es un western trasladado al jurásico. Tanto la historia como los paisajes y sus atardeceres son herederos directos del western. En vez de vaqueros tenemos a Tiranosaurios y en vez de forajidos tenemos Pterodáctilos o en vez de perro tenemos a un niño humano. Esta traslación del género del oeste me resultó demasiado obvia y da unos resultados bastante mejorables. Estamos ante el mil veces visto viaje iniciático del joven protagonista que debe superar sus miedos y dar lo mejor de sí mismo para lograr su objetivo de volver a casa. Nada nuevo bajo el sol. Pixar ya hizo algo parecido con resultados mucho mejores en la inolvidable Buscando a Nemo. Esta vez las aventuras adolecen de falta de originalidad mientras los secundarios carecen de esa magia que diferencia a un film correcto de un film emocionante. Al menos, el personaje del niño humano me resultó simpático por su salvajismo.
Lo mejor del film es su animación, realmente espectacular, y la forma de narrar la relación entre el niño y Arlo. El resto se deja ver pero no deja ningún poso en el espectador infantil o adulto.
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