David S. Goyer es el tipo que dirigió aquella gran tontería llamada Blade Trinity. Si de mí dependiera, no deberían haberle dejado nunca volver a acercarse a una cámara, pero ha logrado volver a dirigir otra película: La semilla del mal.
El cine de terror yanqui sigue sin salir del agujero, si a los innecesarios remakes de clásicos del género (La mantanza de texas, Viernes 13, Halloween) o de pelis orientales (The ring, Dark water, La maldición, etc) les añadimos las precuelas (El Exorcista: el comienzo) parece que el género no levanta cabeza.
La semilla del mal (penoso título) no deja de ser un mal refrito del Exorcista y El ente (dos films de terror realmente notables que incluso hoy día te pueden poner los pelos como escarpias y te hacen encender la luz del pasillo cuando vas al baño a mear en mitad de la noche). De ambos coge elementos argumentales e incluso copia escenas enteras (ese ser que baja las escaleras, el exorcismo, los ataques nocturnos).
Si a la falta de originalidad (mal endémico del cine palomitero norteamericano) le unimos una realización de lo más tópica (los mismos sustos de siempre, el mismo niño con cara de malo, la misma chica mona con tendencia a salir en ropa interior, la misma amiga de la prota que sabes que va a durar poco, los espejos, etc) nos da un film totalmente previsible que no asusta ni inquieta lo más mínimo.
Pero si encima tenemos que aliñar la ensalada con la guapa Odette Yustman (que a mí me recuerda mucho a Megan Fox y que ya salía en Monstruoso) y el macizo Cam Gigandet (Crepúsculo)… pues se le puede indigestar a cualquiera. Sus interpretaciones son lo más terrorífico del film.
Igual pretenden que vayamos a verla con ese cartel tan chulo que se han sacado con la prota en ropa interior. Je je je.
Floja.
3,5
No hay comentarios:
Publicar un comentario