martes, 7 de junio de 2011

2001: UNA ODISEA DEL ESPACIO


Ya sé se ha escrito mucho sobre esta obra maestra de la ciencia ficción de 1968 pero nunca está de más volver sobre ella. 2001 es una película tan pretenciosa que sólo podía haber salido de la obsesiva mente de Stanley Kubrick. O la amas o la odias, no hay término medio.

 El reputado director Stanley Kubrick y el no menos reputado escritor de ciencia ficción Arthur C. Clarke aunaron esfuerzos durante varios años en el guión del film. Para ello partieron del relato de este último llamado El centinela. Kubrick obligó a realizar constantes modificaciones en el guión que iba elaborando el escritor. Parece ser que Kubrick creía firmemente en la existencia de extraterrestres y veía como probable que un contacto con estos seres fuera inmediato. Tenía realmente un miedo atroz a que tal hecho ocurriera antes del estreno del film, dejando obsoleto su ansiado proyecto.

 No podemos considerar a 2001 una adaptación literaria ya que novela y película se gestaron al mismo tiempo. Kubrick obtuvo finalmente su película y Clarke obtuvo su propia novela. La premisa sobre la que se basan la novela y el film no puede ser más ambiciosa: la evolución del ser humano se ha ido produciendo a instancias de una inteligencia superior y extraterrestre. Un argumento fascinante. Tal inteligencia superior se nos muestra como unos seres sin cuerpo físico para los que el tiempo y el espacio no tienen sentido, son inteligencia pura y poseen una tecnología mucho más avanzada de lo que nosotros podemos imaginar. Muchos pueden ver a Dios en esa inteligencia extraterrestre.
Stanley Kubrick y Arthur C. Clarke, los padres de 2001
Obviamente, en el libro que Clarke publicó tras el estreno del film algunas cosas están mejor concretadas y quedan más evidentes mientras que Kubrick sólo las apunta y deja más espacio para la imaginación del espectador. Por ejemplo, en el libro se narra explícitamente cómo los homínidos son estudiados y evaluados por dicha inteligencia extraterrestre. Los experimentos a los que se somete a los homínidos dan como resultado la evolución humana. Así pues, en el libro la evolución se produce por la modificación que esa inteligencia produce en los homínidos. Gracias a dicha evolución los homínidos aprenden a usar los instrumentos con sus manos. Los dientes ya no serán los únicos medios para desgarrar alimentos. Usarán mandíbulas y cuernos de animales, sus dientes se harán menos prominentes y, con los milenios, permitirán la diversificación de sonidos imprescindible para el desarrollo del habla y la comunicación.

Pero el uso de utensilios creará algo más, éstos serán usados como armas que darán la hegemonía a los que las posean frente al resto de la comunidad, creándose una estructura social basada en la fuerza (y vigente hasta día de hoy). En toda manada de mamíferos hay un líder pero este paso evolutivo les permitirá crear una sociedad tal y como la conocemos actualmente. Habrá un rey que gobernará a todos los demás, un rey sustentado en el poder de las armas. Del hueso a las naves espaciales, realmente la sociedad humana no parece haber variado tanto en estos miles de años de evolución.

Todo este proceso evolutivo es plasmado por Kubrick en la famosa escena del mono golpeando con un hueso, dando al film un aire mucho más metafísico que la novela. Es como si la sola presencia del monolito hiciera avanzar a la especie. El famoso monolito está ahí pero no estudia ni modifica de forma explícita a los primates, sólo parece observar. Quien vea la escena, probablemente no entienda la importancia del hecho de que el hombre aprendiera a usar utensilios. Algunos espectadores sólo verán a un mono gritando.



Los monolitos dejados por la inteligencia superior tienen un significado. Son los hitos que debe recorrer la raza humana hasta llegar a ponerse en contacto con esa inteligencia. Son pasos que el ser humano debe recorrer en su desarrollo científico hasta llegar a un nivel en el que el contacto sea posible. El segundo monolito está enterrado en la luna y el tercero está en un satélite de Saturno. Sólo cuando el ser humano sea capaz de llegar hasta allí, estará preparado para emprender el viaje definitivo. Un viaje no sólo en el espacio sino también en el interior, una evolución más allá de lo físico. El largo proceso desde el primer uso de las herramientas hasta la llegada a Saturno en naves espaciales va a durar miles de años. La inteligencia exterior no tiene prisa, para ella no tienen sentido el tiempo ni el espacio. ¿Puede llegar un momento en el el desarrollo científico nos permita prescindir de nuestros cuerpos humanos?

 Mi personaje favorito es el superordenador HAL 9000, el encargado de gobernar la nave espacial, el único que sabe hacia dónde se dirige y cuál es la misión. Aunque no está interpretado por ningún actor (excepto la voz, claro) podemos entender perfectamente las motivaciones de HAL. El ordenador acaba comprendiendo que el viaje que ha iniciado pondrá en contacto a los humanos con esa inteligencia superior, generando una fase de conocimiento en la que probablemente los ordenadores ya no serán necesarios. Se podría pensar que HAL se siente amenazado y decide sabotear el viaje. Acabará con los astronautas invernados e intentará lo mismo con los astronautas despiertos.


Una de las escenas que más me impactaron la primera vez que la vi es la de la desconexión de HAL por parte del astronauta David Bowman (interpretado por el actor Keir Dullea). HAL sabe que su vida corre peligro (quiere vivir) y decide mostrarse lo más humano posible, le canta a Bowman su agónica versión del tema Daisy Bell (Daisy, Daisy) mientras éste va desconectado su cerebro. La memoria y el resto de funciones mentales de HAL se van apagando lentamente mientras intenta continuar la canción. La agónica voz del ordenador se funde con la respiración del astronauta en una claustrofóbica escena. Toda una metáfora del desarrollo humano: para avanzar hay que eliminar lo obsoleto y seguir el camino, cueste lo que cueste. Si HAL es capaz de suplicar por su vida, si tiene deseos de vivir, puede ser que la sensación de estar vivo y de querer vivir puedan ser provocada artificialmente. Puede que los sentimientos y los pensamientos sean sólo una ilusión del cerebro, humano o no.

En los libros posteriores de Clarke, 2010, se explica que HAL actuó contra la tripulación debido a un fallo de funcionamiento pero yo prefiero creer que es consciente del destino del viaje: encontrarse con esa inteligencia superior. HAL sabe que ya no va a ser necesario, su lógica y su capacidad de procesar datos van a ser ampliamente superadas por el ser humano en este artificial paso evolutivo.
Respecto a la inteligencia artificial y la programación de las mentes artificiales, Isaac Asimov realizó un libro genial: Yo, Robot (nada que ver con la patética película protagonizada por Will Smith), que merece un análisis en profundidad.


Kubrick se la jugó literalmente confeccionando un film con muy poco diálogo y eternos minutos de naves flotando por el espacio, para que todo ello fuera posible había que buscar la música perfecta para cada momento, algo que un perfeccionista como Kubrick no podía pasar por alto. El inteligente uso de la música de Richard Strauss para la escena inicial hizo mundialmente célebre su Así habló Zaratustra. Las escenas de naves espaciales con música de vals(recordemos que en el vacío no se propaga el sonido) fueron toda una revolución. Por otro lado, el innovador uso (sin consentimiento) de la desquiciante música del compositor rumano György Ligeti en la escena final contribuyó a crear la escena más alucinante de la historia. Se dice que dicha escena refleja fielmente los viajes ácidos producidos por el LSD. No puedo confirmarlo.



Técnicamente la película es asombrosa, todavía hoy fascinan los efectos especiales de Douglas Trumbull. Es cierto que Clarke y Kubrick fallaron en sus predicciones sobre el año 2001: aún hoy no son posibles esos viajes especiales ni hemos entrado en contacto con inteligencias superiores.
Por todo lo citado anteriormente, 2001 es un film que requiere de una visión diferente. No basta con quedarse con lo que muestra, es necesario ver más allá. Por eso 2001 no es sólo una película, es mucho más. 2001 es un largo viaje (odisea) hacia los misterios del ser humano: su origen y su futuro.


La estela de 2001:
El personaje de HAL está copiado (u homenajeado) en films como Alien, La conspiración del pánico , Wall-e o Moon. En todos ellos hay un super ordenador (más o menos parecido a HAL) que controla el destino de los humanos. Igualmente, la imagen del programa Gran Hermano (que sacó el nombre del libro 1984 de Orwell) es una cámara de color rojo que recuerda bastante a HAL.


4 comentarios:

Anónimo dijo...

Gran película, ambiciosa como pocas y fascinante como ninguna. La gran obra maestra del cine universal, nunca mejor dicho.

Möbius el Crononauta dijo...

Jopelines, sobre pelis así podría escribir párrafos y párrafos. Así que lo resumiré en palabras del propio Kubrick: "la proverbial película de ciencia ficción"

Ignacio Gonzalez dijo...

es un re-post, verdad?

Luis Cifer dijo...

of course