sábado, 27 de octubre de 2012

Madrid, 1987



Madrid, 1987 es una rareza dentro del panorama cinematográfico español. David Trueba escribe y dirige una película arriesgada sobre dos personajes desnudos atrapados en un baño.

 Ya desde los títulos de crédito iniciales Trueba  elabora un sano ejercicio de economía de medios y nos sitúa en la España de 1987 usando unas noticias radiofónicas y unas portadas de revistas. Trueba consigue meternos en situación con unas breves pinceladas y luego se centra en unos elaborados diálogos entre sus dos protagonistas, José Sacristán (uno de mis actores favoritos) y María Valverde (una de las actrices jóvenes españolas más prometedoras) . Sacristán es Miguel Batalla, un maduro columnista de vuelta de todo, temido y respetado a partes iguales. Ha llegado a un punto en el que se siente totalmente libre para decir lo que piensa sin importarle las consecuencias. Su fama le precede y él nunca defrauda. El carácter cínico del personaje puede recordarnos a personajes reales como Joaquín Sabina, Fernando Fernán Gómez (al que David Trueba ya le dedicó un documental) o Arturo Pérez Reverte. Posiblemente haya elementos y citas de todos ellos y muchos otros en el guión de la película.
Hay que reconocer que ya no quedan en este país muchos actores con el suficiente carisma para dar credibilidad a un personaje así. Lamentablemente, algunos de los actores que se me ocurren ya han fallecido: Sancho Gracia, Juan Luis Gallardo o Fernando Fernán Gómez. Por cierto, lo que daría yo por tener la voz de José Sacristán, empiezo a fumar y a beber como un cosaco hoy mismo. Sacristán está inmenso, en uno de esos papeles que en Hollywood le habrían dado el Oscar aunque aquí nunca le hayan dado ni un patético Goya honorífico. Sacristán resulta creíble en la piel de su personaje, no obstante, hay que reconocer que al principio sus frases lapidarias resultan algo impostadas. Por suerte, la cosa mejora rápidamente.
  María Valverde es la joven estudiante de periodismo que desea aprender del maduro escritor. Ella desea conocimiento y él sólo desea el cuerpo de la joven. La unión primero voluntaria y luego forzosa de estos dos personajes tan distintos no es usada por el menor de los Trueba para dar grandes lecciones de historia de este país ni nada similar, tampoco hay una moraleja clara. Sólo son dos personajes atrapados en un baño sin más metáforas ni segundas interpretaciones. Puro amor al cine de personajes y diálogos.

La trama avanza de forma fluida y sin grandes esfuerzos para el espectador. Si bien algunas situaciones se resuelven de forma un poco forzada, en líneas generales, el film es coherente y se sigue con interés. Los personajes no sólo acabarán desnudos físicamente sino que también se desprenderán de muchas otras cosas bastante menos tangibles. El salto generacional y las diferentes visiones de la vida serán el motor de su conversación. Personajes hablado sin parar pero sin llegar a aburrir nunca (esto no es Cosmopolis). Me gustaron mucho las disertaciones sobre el estilo, la música en el cine o la magnífica escena de la sala de cine (nunca un marco y unas baldosas me habían parecido tan interesantes).

Podría parecer que la premisa tiene algo que ver con la fallida Habitación en Roma, pero lo resultados son totalmente distintos. Casi se parece más a ese primer cine de Polanski con pocos personajes confinados en un espacio limitado, pero sin ese toque oscuro propio del mejor Polanski.

Interesante y recomendable experimento.


1 comentario:

Esteban dijo...

La buscaré, la buscaré hasta poder verla. Por eso mismo no quise leer la crítica. Pinta interesante, la veré y volveré acá tras verla.

Saludos

http://politocine.blogspot.com