viernes, 25 de enero de 2013

Amor (Amour)


El amor, para qué vamos a negarlo, es una de las fuerzas más poderosas de la naturaleza humana. La literatura, el teatro y el cine suelen hablar del amor pasional propio de la juventud y poco se habla del amor en la edad madura. Los cuentos de hadas acaban cuando los protagonistas se casan pero no dicen nada del día a día ni qué ocurre cuando la enfermedad y la muerte hacen su aparición.

   El director Michael Haneke sigue agitando la moral de la burguesía europea, esta vez nos muestra los momentos finales de una relación amorosa. Haneke es valiente, siempre lo ha sido, y elabora un film sobre una realidad de la que no se suele hablar. Los ancianos no interesan al gran público, los adolescentes dan más juego. Pero la pasión y el fervor adolescentes no duran eternamente y van dejando paso a otro tipo de amor basado en el respeto y la confianza.

 Con una pasmosa sencillez y frialdad Haneke nos va contando esta historia de dos ancianos octogenarios que se enfrentan a la enfermedad de ella. Haneke usa planos largos, sin apenas movimientos de cámara que inviten a la subjetividad. Haneke es frío como el acero y sin discursos moralistas expone unos hechos para que cada espectador saque sus propias conclusiones. Una vez más, Haneke no es complaciente con el espectador ni le preocupa lo más mínimo si éste se divierte o no. Me pareció muy inteligente el distanciamiento con el que narra esta historia: no usa música que invite a emocionarse ni tampoco busca la lágrima fácil, huye del sentimentalismo como de la peste. Haneke no hace ningún esfuerzo por intentar que sintamos la más mínima empatía por los personajes. Ninguno es carismático o simpático a ojos del espectador, Haneke no permite concesiones, su film es un drama desprovisto de toda emoción pero cuyas imágenes conmueven. Haneke confía en la inteligencia del espectador para que sepa captar las claves de lo que nos quiere contar, no nos lo da mascado,  espera que sepamos leer entre líneas en escenas cotidianas que parece que poco aportan pero que esconden las claves que sólo al final del film podremos vislumbrar. Haneke no quiere que el espectador se sienta mejor tras ver su film, todo lo contrario, quiere que se sienta mal y reflexione (quizás sea mucho pedir). 
La pareja de ancianos formada por Emmanuelle Riva y Jean-Louis Trintignant están simplemente geniales. Sus silencios y sus miradas son mucho más elocuentes que las decenas de líneas de diálogo sin sentido con las que nos bombardean muchos directores que van de modernos. También Isabelle Huppert está bien como hija del matrimonio protagonista.

 Michael Haneke golpea al espectador una vez más, quizás esta vez su golpe sea un poco menos despiadado pero nos sigue dando dónde más nos duele.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

haneke demuestra una vez más que es uno de los más grandes, imprescindible.

Félix S. Trabanco dijo...

Maravilloso film.