Esta quinta entrega parte de una premisa ridícula, John McClane debe acudir a Moscú a rescatar a su hijo. Un hijo al que nunca hemos visto en las anteriores entregas e interpretado (por decir algo) por Jai Courtney, famoso por el personaje de Varro en la serie Spartacus (gran final el de su personaje, por cierto). Sí hemos visto a su hija en la cuarta entrega y en esta quinta también aparece la guapa Mary Elizabeth Winstead. La premisa no acaba de funcionar ni de ser creíble en ningún momento, pero eso no es problema, nunca han sido creíbles las premisas de esta saga. Sus bazas han sido siempre buenas escenas de acción (como hay decenas de películas cada año) y el humor impagable de John McClane, un héroe por accidente, el tipo que siempre está en el lugar equivocado en el momento más inoportuno. Y esto último es lo que le falla a esta quinta entrega, McClane no es ni la mitad de socarrón e irónico que lo era en las anteriores estregas. Tiene algún chascarrillo y alguna típica mueca de Willis pero el guión no ha sabido captar la esencia del personaje ni los matices que lo hacen especial. Un grave error que convierte a esta película en un film de acción más, del montón.
Es que el guión es un despropósito tras otro, un horror de cuidado. Vale que a estas película no debemos pedirles nada más que hacernos pasar un buen rato, pero cuando son tan tremendamente torpes... hay que decirlo. Se han gastado decenas de millones de dólares en explosiones y no han sabido hilvanar una historia mínimamente interesante. El guión es bastante pobre en cuanto a ese humor socarrón y macarra que tanto nos gusta de esta franquicia y que la distingue del resto del cine de acción de los últimos 25 años. La relación entre McClane y su hijo no está bien llevada y no aporta apenas buenas líneas de diálogo ni está bien resuelta. Más parece una burda excusa para intentar continuar con la saga en el caso de que Bruce Willis decida abandonar el barco en un futuro no muy lejano. Sinceramente, no me hicieron gracia ciertos momentos supuestamente divertidos como el taxista cantando el New York, New York de Frank Sinatra o el villano que se pone a bailar sin venir a cuento, simplemente ridículo. Lo de ir a la central de Chernobil sin ningún tipo de protección contra la radiación es igualmente absurdo. Los guionistas de este engendro se merecen ir una temporada a Chernobil a ver si les crece un cerebro dentro de su hueco cráneo.
Por suerte, Bruce Willis sigue estando en buena forma física a sus 57 años y sigue siendo un McClane creíble cuando su coche da doscientas vueltas de campana y él sale tan tranquilo sin apenas un rasguño, lástima que esta vez su personaje resulte demasiado soso. Por supuesto, hay una chica florero muy guapa que aporta más bien poco (Yuliya Snigir) y un buen actor desaprovechado como es Sebastian Koch (La vida de los otros, El libro negro).
Floja, previsible y aburrida.
1 comentario:
la peor de todas con diferencia, mucha explosion y poca diversion
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