martes, 4 de junio de 2013

La invasión de los ladrones de cuerpos (Invasion of the Body Snatchers, 1956)


 Ya he hablado otras veces de algunas películas que me impresionaron cuando las vi de niño. De El fantasma del Paraíso y El hombre con rayos X en los ojos ya dimos buena cuenta, hoy toca recordar la profunda sensación de miedo que me provocó el visionado de La invasión de los ladrones de cuerpos.

 Pongámonos en situación: Tras la Segunda Guerra Mundial el mundo quedó dividido en dos bloques separados por el telón de acero: el comunista (liderado por la URSS) y el capitalista (liderado por los EEUU). Ambas potencias nunca llegaron a enfrentarse directamente, las batallas se libraban en países satélites cuyos bandos eran financiados (e incluso ayudados directamente) por estas dos grandes potencias. Era lo que se llamó La guerra fría. No había un enfrentamiento directo entre ambos bloques, pero el riesgo era real. El desarrollo de las armas nucleares y la posibilidad de enviarlas a largas distancias no hizo más que aumentar el temor a una guerra nuclear.
 En ambos bandos se creó una paranoica búsqueda de espías y colaboradores del otro bando. No sólo hubo purgas en el bando comunista, en Estados Unidos (supuesta tierra de la libertad) se inició una caza de brujas contra todo simpatizante o colaborador con el comunismo. Se creó la famosa Comisión de actividades anti americanas (promovida por el Senador por Wisconsin Joseph McCarthy) y cientos de personas fueron investigadas y acusadas de espiar y colaborar con los comunistas. El caso fue especialmente sangrante en Hollywood, decenas de profesionales del cine fueron perseguidos y apartados de sus trabajos, entrando en las famosas listas negras. Cualquiera era susceptible de ser denunciado y cualquiera podía denunciarte, incluso tu propia familia.

En este entorno es en el que se publicó la novela Los ladrones de cuerpos de Jack Finney. Un años después aparecía la primera versión cinematográfica de la novela: La invasión de los ladrones de cuerpos, todo un clásico del cine de ciencia ficción dirigido por el siempre excelente Don Siegel (quien posteriormente se haría famoso por su Harry, El sucio protagonizado por Clint Eastwood, quien reconoce que casi todo lo que sabe de dirigir lo aprendió de Siegel).


 El film nos sitúa en la América rural años 50: grandes casas con porches, jardines y amplios coches. Todo parece perfecto en un idílico pueblo americano. Pero poco a poco empiezan a ocurrir extraños sucesos: Enfermos impacientes por ver a un doctor que días después dicen estar bien, personas que afirman que parientes suyos han cambiado, negocios que cierran por falta de clientes, etc. Parece una cosa de psiquiatría. Algo sólo explicable por una histeria colectiva  o una plaga de neurosis quizás provocada por el miedo a una guerra nuclear. La amenaza del film no tiene forma propiamente dicha, sino que adopta la forma de los vecinos del pueblo. Poco a poco los habitantes del pueblo irán cayendo uno a uno bajo las redes de la amenaza. Mientras duermen son sustituidos por otros seres idénticos a los originales, pero sin sentimientos, que salen de unas extrañas vainas gigantes.

 Casualmente, los invasores se parecen mucho a los comunistas: no consumen y parecen no tener sentimientos ni anhelos. Son muertos en vida. El film explota sabiamente esa teoría de que el miedo es mucho más terrorífico cuando no se ve o cuando lo provoca algo cercano. Cuando nuestra familia y nuestros vecinos son la amenaza da mucho más miedo que cuando son marcianos verdes. Quizás el origen de la amenaza sea extraterrestre pero el espectador la siente muy real, ya que los propios parientes forman parte de ella. El film crea perfectamente esa sensación de paranoia que se apodera de los personajes principales. ¿Existe algo más aterrador que ser traicionado por tus seres queridos? A mí me sobrecogió la escena en la que la pareja protagonista intenta huir andando entre sus vecinos disimulando sus emociones. Me gustó mucho cómo está resuelta la escena, el simple hecho de un perro que se escapa de su dueña da al traste con su intento de fuga.

En apenas 80 minutos Siegel narra con ritmo perfecto esta historia de ciencia ficción y terror en la que no sobra ninguna escena ni echamos de menos nada. El paulatino aislamiento del protagonista y la sensación de persecución están muy logrados, haciendo de este film un clásico imprescindible de la ciencia ficción. No debemos olvidar que estamos ante un film de serie B de los años 50, pero sigue siendo totalmente vigente como lo demuestran los 3 remakes/secuelas (hasta la fecha) que ha generado. De todos ellos el único destacable el de los años 70 con Donald Sutherland y dirigido por Philip Kaufman.

 Una gran película de ciencia ficción y terror.

1 comentario:

Anónimo dijo...

obra maestra aun sigue inquietando su vision