viernes, 14 de marzo de 2014

Dallas buyers club


Jean-Marc Vallée es un director que me sorprendió muy gratamente hace unos años con C.R.A.Z.Y., una más que interesante película que recomiendo a todo el mundo. Ahora se atreve con la historia real de Ron Woodroof, un duro vaquero que fue diagnosticado de Sida a mediados de los años ochenta y al que sólo le dieron 30 días de vida.


 Vallée es un director que huye de etiquetas y ofrece su articular visión, dando como resultado un cine distinto y atrevido. El tipo tiene personalidad en un negocio en el que tal cosa escasea cada vez más. Dallas buyers club podría haber sido un telefilm barato o un dramón parcialmente a perder por las modernas manos de un director con aspiraciones de independiente. Vallée evita caer en esos errores y consigue crear su propio estilo.

 Hay que reconocer que Ron Woodroof personificaba al antihéroe perfecto: drogadicto, putero, homófobo, irresponsable y un peligro público en todos los sentidos. Su vida cambió al descubrir que tenía Sida pero lejos de rendirse decidió dedicar el tiempo que le restase a mejorar las condiciones de vida de los seropositivos (y de paso lucrarse con ello). Woodroof no es mostrado nunca como un santo ni siquiera como una buena persona. Es un traficante que encuentra un gran negocio en los fármacos ilegales para el Sida. Puede que Woofroof no fuera un santo pero las autoridades sanitarias y los laboratorios tampoco lo son. Enfrascados en eternos procedimientos para la venta de fármacos, las autoridades y los laboratorios parecían no darse cuenta que a los pacientes de Sida se les acaba el tiempo y no tenían ya nada que perder. Puede que un medicamento no estuviera debidamente comprobado ni autorizado pero ya no les podía causar ningún daño.
El film explora perfectamente esa época a mediados de los años ochenta en la que el Sida era una plaga mortal de la que apenas se sabia nada más allá de que se cebaba en homosexuales y drogadictos. El propio Woodroof debió aprender la naturaleza de su enfermedad frente a sus propios prejuicios. Al convertirse en un paria Woodroof aprenderá forzosamente a ver la vida desde otro punto de vista. En su transformación se relacionará con personas a las que antes despreciaba, dejando de lado sus prejuicios y aprendiendo a valorar a las personas por su interior y no su apariencia exterior ni su sexualidad.

Todo este aprendizaje es narrado por Vallée de forma impecable, con un ritmo que no decae nunca. El film engancha no sólo por el saber hacer del director sino que quizás lo que realmente más fascine del film es la soberbia transformación física de un Matthew McConaughey espléndido. McConaughey es el motor del film, sólo puedo calificar de magnífica su interpretación del decrépito y famélico Woodroof.  McConaughey , un actorcillo que iba de guaperas y al que no podía soportar, se está especializando en papeles de vaqueros del sur (Bernie, Killer Joe, Mud) y realmente borda este tipo de papeles. Tampoco se queda corto Jared Leto en su papel de travestí fan de Marc Bolan (T-Rex). Ambos se merecen todos los elogios y premios que están recibiendo.

A mí el film me gustó.



1 comentario:

Anónimo dijo...

oscar seguro para Jared Leto y McConaughey