A sus 80 años, Roman Polanski tiene ya muy poco que demostrar. Con una carrera tan extensa y con un ramillete de obras maestras bajo el brazo, el viejo y polémico director no parece dispuesto a rendirse ni a vivir de las rentas. Que a estas alturas Polanski se embarque en un proyecto así de arriesgado me parece digno de elogio.
La venus de las pieles es una adaptación de la obra de teatro del mismo nombre de David Ives que consta de dos únicos actores en un teatro sin parar de hablar. El viejo zorro Polanski parece el director ideal para este proyecto ya que ha demostrado en el pasado su indudable arte a la hora de ofrecernos buen cine con pocos actores y pocas localizaciones. Films como Repulsión, El cuchillo en el agua, La muerte y la doncella o Un dios salvaje dan buena fe de ello.
Quizás no sea una premisa muy alentadora para el espectador medio, pero en las manos adecuadas se convierte en un estimulante juego de seducción y dominación. El film es un fluido y adictivo diálogo en el que la ficción y la realidad se irán fusionando cada vez más hasta que sea imposible saber si lo que estamos viendo forma parte de la representación del texto o de sus propias vidas. ¿Son los personajes los que hablan a través de los actores o son los actores los que se aprovechan del texto para mostrar sus sentimientos?. El juego que se establece entre los personajes traspasa lo que era un mero casting y acaba siendo un ejemplar homenaje a las artes escénicas y a quienes las hacen posibles. Desde los escritores a los actores pasando por los directores teatrales, el film es un ejercicio de merecido reconocimiento a todos ellos. No sólo eso, también reivindica a las musas, esas mujeres que siempre han inspirado las más bellas obras de arte realizadas por hombres.
Polanski dirige con maestría y pulso firme. Me gustó el uso de los pocos recursos de los que dispone haciendo gala de ese lema que dice Menos es más. Su mayor logro es conseguir que nos apasionen tanto la obra que representan los personajes como su propia historia personal (ambas avanzan en paralelo). A pesar del largo diálogo entre estos dos únicos personajes, el ritmo y el interés no decaen.
Puede que el libo de Leopold von Sacher-Masoch (quien dio nombre al masoquismo), la obra de teatro y el film hayan salido de mentes masculinas pero el mensaje es claramente feminista. Las mujeres son retratadas como mucho más inteligentes que los hombres, quedando éstos como unos peleles. A pesar de la inicial superioridad del personaje masculino (un prestigioso director teatral) sobre una modesta actriz de tercera, las tornas se irán cambiando y la inicial desidia hacia esta vulgar mujer se tornará en fascinación. La magia del teatro convertirá a esta actriz en la candidata ideal y el director entrará en un peligroso juego de dominación a la par que el personaje que representa. Las fronteras entre realidad y ficción se diluyen hasta llegar a un onírico final que quizás defraude a muchos (entre los que me incluyo). Una pena.
Toda esta evolución no sería verosímil si no se cimentara en unos buenos actores (no hay mucho más en lo que basarse). Tanto Mathieu Amalric como Emmanuelle Seigner me resultaron perfectos en sus papeles. Ambos están en sus mejores interpretaciones hasta la fecha. El film se hubiera venido abajo si su trabajo no hubiera estado a la altura. En especial, me sorprendió Emmanuelle Seigner, a la que siempre he considerado una actriz del montón que tuvo la suerte de casarse con un director de renombre (de hecho, sus papeles más destacados son en las películas de su marido). Sin embargo, Seigner aquí despliega una serie registros que la convierten en una actriz a tener en cuenta. Ahora que pasa de la cincuentena ya es hora irse desprendiendo de su imagen de mujer fatal. Reconozco que me gustó mucho en su complejo y contradictorio personaje. Seigner es capaz de hacer creíble el peligroso juego que se establece entre su personaje y el de Amalric. Por cierto, Amalric tampoco es santo de mi devoción pero aquí me convenció desde el principio.
Viendo el film me vino a la mente la idea de si Polanski no había vertido algo de sí mismo en el personaje del director teatral. No es difícil encontrar paralelismos entre el personaje de Almaric y el propio Polanski, aparte de un cierto parecido físico. Conocida es su fascinación de Polanski por las mujeres (más de un quebradero de cabeza le ha traído) e incluso aquí ha contado una vez más con su actual pareja y musa como protagonista. Así pues, creo que algo de autobiográfico se puede intuir en esta película.
Resumiendo, La Venus de las pieles es una alabanza al noble arte del teatro y un fiel reflejo de las pasiones humanas.
1 comentario:
me gustó pero el final también se me hizo extraño. Un poco lenta pero interesante
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