miércoles, 18 de junio de 2014

Orlando (1992)



 Desde hace más de 20 años llevaba una pieza musical rondándome la cabeza. La descubrí en el programa de Ramón Trecet, Diálogos 3 en Radio3. Por cierto, un programa al que echo mucho de menos. La citada música  pertenecía a la banda sonora del film Orlando y era del compositor David Motion. Me maravillaba la forma en la que la melodía llevada por los instrumentos de cuerda se fusionaba con los sintetizadores creando una peculiar atmósfera. Han pasado muchos años y esa música seguía en mi cabeza aunque nunca llegué a ver la película. Así pues, cuando vi que el film estaba disponible en la biblioteca municipal de mi barrio (sí, reconozco que frecuento esos lugares tan poco recomendables) no pude resistirme.

 Esta adaptación de la novela de Virginia Woolf es una película que destaca por su apabullante apartado visual.  La directora Sally Potter nos ofrece una  barroca y operística puesta en escena que resulta demasiado hermética a la vez que hueca al espectador. La historia de este aristócrata que vive durante varios siglos primero como hombre y luego como mujer queda asfixiada entre tanta belleza formal. Ante este film solo cabe la dicotomía de o lo amas o lo odias, no hay termino medio. A mí me aburrió soberanamente. Por muy memorables que sean la dirección artística, el vestuario o la peluquería ellos solitos no consiguen hacer interesante una historia.

 Orlando es un relato sin vida, lento y aburrido como pocos. La anodina existencia del protagonista (el típico noble amante del arte y la belleza pero que no ha dado un palo al agua en su vida) parece contagiar todo el film. Más que teorizar sobre la vida, el amor y el arte, es mejor vivir la vida lo mejor que se pueda. Sólo cuando Orlando consigue deshacerse de todo su patrimonio es cuando consigue ser feliz y valorar las cosas que realmente valen la pena. A Orlando no parece afectarle cambiar de sexo de improviso, realmente sólo cambia de sexo, su esencia sigue siendo la misma. Quizás le estemos dando demasiada importancia al sexo de las personas. Quizás era ese el mensaje de Virginia Woolf quería transmitirnos con su novela.


 Lamentablemente, la narrativa exasperantemente lenta de Sally Potter es una losa que acaba con toda pretensión de ritmo. Sobran escenas enteras y otras se hacen eternas para finalmente no contar casi nada. Potter se pierde en el envoltorio y se olvida del contenido. A su historia le sobra aspiración estética y le falta algo que contar, le ocurre como a su protagonista que buscando la belleza y la perfección se olvidó de vivir. Puede que Potter sólo quisiera hacer un alegato a favor de gays y transexuales. Me parece muy bien, pero lo podía haber hecho con algo más de brío. Esta película se te puede hacer muy cuesta arriba sea cual sea tu orientación sexual.



Ni siquiera el buen hacer de la andrógina Tilda Swinton logra que sintamos algo de empatía por Orlando en su periplo vital a lo largo de 400 años. Nos importa poco el motivo por el que no envejece a través de los siglos ni su súbito cambio de sexo sin venir a cuento. No parece preocuparle al personaje mientras nosotros estamos deseando que el film acabe cuanto antes. ¿Cómo lo hace Orlando para no envejecer? ¿Por qué cambia de sexo? Nada de esto es explicado en el film.

  Tampoco la aparición de Jimmy Sommerville como ángel cantarín al final del film sirve de mucha ayuda.  Su canción Coming no está mal pero no sé qué pinta un tema de euro disco noventero al final del film. Sólo parece querer convertirse en todo un himno gay, cosa que no consiguió. Es toda esa pretensión de forzado alegato gay lo que acaba de sepultar definitivamente a la película.
Todo ello me lleva a preguntarme: ¿Es bueno que haya un cine feminista o gay destinado sólo a un tipo de público en base a su condición sexual? Sinceramente pienso que no, el cine es cine y debe ser válido para todo tipo de personas independientemente de su sexo. Hay películas hechas por y para homosexuales que son un auténtico horror. Lo malo del cine de Sally Potter es que resulta exasperarte y aburrido. Me da igual que este ladrillo haya sido dirigido por una mujer o por un hombre o la condición sexual de cualquiera de ellos.

Lo mejor: el descubrimiento de Tilda Swinton y la música del film. El resto es un precioso envoltorio sin contenido.

4,5

¿Y el extraño tema musical de David Motion que llevaba 20 años en mi cabeza gracias a Ramón Trecet? Pues se llama On the road y aquí os lo dejo a ver qué os parece:

3 comentarios:

Anónimo dijo...

coñazo

Moreno de Alcalá dijo...

Una crítica poco acertada e injusta. Tal vez incapaz de apreciar una auténtica obras de arte como es toda la película. Es una pintura viva, una ventana abierta para sentir y deslumbrarnos con todo el tinglado escénico, riguroso y estudiado vestuario, peluquería, música y puesta en escena. Una película que jamás se olvida. No es un ladrillo, su ritmo es el correcto, no aburre ni cansa. Es de las películas que más veces se repite el volver a verla. Yo la sigo viendo con frecuencia, y no sólo Tilda, sino todos están magníficos. No se puede negar un betseller de la novela soberbiamente llevado a la gran pantalla la fotografía, el movimiento escénico y el extremo cuidado de todo detalle envuelven la interesante trama de Virginia con una exquisitez abrumadora.

Anónimo dijo...

Yo la vi y me enamoro,es mas voy a hacerme con el libro para ilustrarlo,no se como puede haber gente que se dice critico y no puede spreciar tanta belleza,que se dedique a otros menesteres por favor.