Denis Villeneuve es uno de los directores con más talento del momento. Su cine es sinónimo de calidad. Ya desde Incendies nos dimos cuenta que estábamos ante un autor con algo que contar y con un talento superior a la media. Las sospechas se confirmaron con Prisioneros, otra excelente cinta que mereció mejor suerte, pero fue la compleja e incomprendida Enemy la cinta que realmente le situó en el mapa. Luego vino Sicario que aunó a crítica y público a pesar de ser un pequeño resbalón. Era hora de dar un gran paso adelante y adentrarse definitivamente en el cine de masas y nada mejor que una historia de ciencia ficción. Sin embargo, Villeneuve es un tipo con la suficiente personalidad como para no plegarse a los designios del cine comercial. Todo lo contrario, Villeneuve convierte en comercial esta intimista historia sobre el contacto con extraterrestres. Al final, el miedo a lo desconocido es universal.
Reconozco que la ciencia
ficción que me gusta es aquella que destaca las contradicciones de la sociedad
actual. Este género es el perfecto para trazar metáforas acerca de nuestra
realidad. Nada mejor que alejarnos para ver las cosas claras. Hay varios ejemplos
recientes de este tipo de ciencia ficción y La llegada es un nombre más a
añadir a la lista. El relato en el que se basa La llegada, Story of your life de Ted
Chiang, parecía
imposible de adaptar a la pantalla, esa unión de dos tramas aparentemente opuestas
en un único relato parecía no apta para un público masivo. Por suerte,
Villeneuve no tiene miedo a los retos.
Como todo director que se
precie, Villenueve ha intentado hacer una gran película sobre la evolución
humana, su particular 2001, Odisea
en el espacio. Ya les pasó a Danny Doyle con Sunshine y Christopher
Nolan con Interstellar.
Ese cine que busca trascender y que supone un paso en la evolución
humana. El guión de Eric
Heissener es
tan meticuloso como perfecto. Obviamente, juega con el espectador y le hace
trampas, pero es una delicia caer en una trampa así de elaborada y que no te
deja la sensación de haber sido estafado, todo lo contrario. En La
llegada, personaje principal debe asumir el hecho de entrar en contacto con una civilización
superior, algo que ya ha sido tratado anteriormente, pero nunca con este
enfoque tan peculiar. Pero no solamente la protagonista se enfrenta a lo
desconocido, Villeneuve va más allá, se enfrenta al reto de aceptar el dolor y la pérdida irreparables. La muerte, al fin y al
cabo, es lo más desconocido para nosotros y, paradójicamente, lo único
inevitable. La protagonista debe aceptar su destino, su odisea será un viaje
emocional. Villeneuve
triunfa al contraponer una historia grandilocuente con la intimidad de los
sentimientos. Y
lo hace de manera excelente, logrando que nada desentone en este arriesgado
doble salto mortal.
Villeneuve evita los
grandes despliegues y busca un enfoque más psicológico. La escena de la entrada a la nave extraterrestre es realmente
soberbia.
Villeneuve decide inicialmente no mostrar las naves ni las noticias del
avistamiento, prefiere mostrarnos las caras y las reacciones de las personas
ante las imágenes. Con un lento travelling Villeneuve nos deja claras sus
intenciones, la
película no a ser un gran espectáculo visual, va a ser un viaje interior. Esas escenas de los
recuerdos de la protagonista jugando con su hija me recordaron al mejor Terrence Malick, lo mismo puedo decir del acercamiento a la nave.
Como en 2001, los
extraterrestres generarán recelos y miedo. Algo así como la inmigración pero
con naves en vez de pateras. La llegada es también la historia de una humanidad dividida que
quizás debiera unirse en base a algo tan universal como el amor materno. Como en todo el cine de
Villeneuve, al espectador se le plantean preguntas que quizás no se atreva a
responder. Al final, como en Interstellar, el amor entre paterno puede ser
decisivo para la supervivencia de la raza humana.
Todo lo referente al contacto
con los extraterrestres me pareció muy bien llevado, Villeneuve se toma su
tiempo y demuestra controlar el tempo cinematográfico. Ciertas escenas son de una gran tensión y el espectador siente la
tensión del personaje principal, una soberbia Amy Adams. Tal es la seguridad de
Villeneuve que se permite homenajearse a sí mismo en una escena que recuerda al
controvertido final de Enemy. Eso se llama estilo.
Villeneuve no huye de la complejidad, su cine nos invita a pensar y a
reconstruir el puzzle que nos propone. Un puzzle que esta vez no está tan abierto
a múltiples interpretaciones como en Enemy, por lo que no voy a exponer mi
teoría ya que opino que no hace falta.
No todo va a ser positivo,
opino que el personaje de Jeremy Renner no está suficientemente desarrollado, amén de que nadie
se cree a Renner como matemático tras haberlo visto ya en tantas películas de
acción. Seamos sinceros, no tiene pinta de matemático. Por su parte, Forest Whitaker sigue en piloto automático y Michael Stuhlbarg cumple. También puede resultar un poco inverosímil la manera
en la que avanza la comunicación entre especies. No sé, no soy lingüista. Yo me lo pasé muy bien en el cine, con las emociones a flor de
piel y con los ojos arrasados en más de un momento.
A todo ello
contribuye de forma decisiva la excelente banda sonora del islandés Jóhann Jóhannsson en la que es su cuarta
colaboración con Villeneuve tras Prisioneros, Enemy y Sicario. Jóhannsson construye su trabajo a base de
loops de sonidos de piano a diferentes velocidades a los que añadió secuencias
de notas cantadas armónicamente. El efecto de la música en la escena del
acercamiento a la nave extraterrestre en helicóptero es sobrecogedor.
Igualmente, el proceso de asimilación del idioma alienígena está magistralmente
acompañado por la música. Jóhann Jóhannsson superpone capas y más capas de
voces para crear la sensación de irrealidad, sirva de ejemplo el tema “Heptapod
B”. Puede que este score no tenga la fuerza del de Hans Zimmer para Interstellar, son films con ciertas similitudes
aunque con enfoques diametralmente distintos y así queda reflejado en sus
partituras, pero ambos son clave dentro de la ciencia ficción moderna. La banda
sonora de Arrival ha sido publicada por el prestigioso sello Deutsche
Grammophon, con el que Jóhann Jóhannsson firmó contrato recientemente.
Por cierto, Jóhannsson está trabajando actualmente en la elaboración de
la partitura de Blade Runner 2049,
la secuela de Blade runner que corre a cargo de Villeneuve. No se me ocurre un
tándem mejor.
Como habéis podido adivinar, La
llegada pertenece al cine de extraterrestre pero no tiene nada que ver con esas estupideces del impresentable de Roland Emmerich. Nada de invasiones alienígenas ni
destrucciones masivas. La
llegada se engloba dentro de ese otro cine de ciencia ficción con un enfoque más adulto, emparentando más con Contacto, Gravity o Interstellar que con Independence day.
Los que busquen únicamente acción y efectos especiales pueden salir muy
decepcionados de la sala de cine. Lo siento por ellos.
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