domingo, 19 de mayo de 2013

Antiviral


 No debe haber sido fácil la infancia de Brandon Cronenberg, hijo del director David Cronenberg (Crash). Supongo que en los cuentos para irse a dormir de papá Cronenberg Caperucita se transformaba en una silla con dientes que acababa devorando al lobo tras agredir sexualmente a la abuelita. Sea como fuere, el hijo de David Cronenberg debuta en la dirección con esta historia que rezuma ADN Cronenberg por los cuatro costados.

Como a su padre, a Brandon parecen gustarle las turbias historias de ciencia ficción que ponen de relieve los problemas de la sociedad actual. No le falta talento visual a Brandon ni ganas de impactar al espectador, pero esta historia no va más allá del cine que su padre hacía hace 30 años. Puede que Brandon no haya sabido encontrar aún su camino o puede que la influencia de su padre sea excesiva en sus gustos estéticos y temáticos. El chico tiene talento y tiene cosas que contar pero a su film le falta vida.

Antiviral es un film con un punto de partida muy atractivo pero que no ha sido desarrollado de forma eficiente. Antiviral presenta un mundo (quizás no muy lejano) en el que las celebridades son el verdadero opio del pueblo. Se ha levantado un culto enorme sobre la juventud y la belleza. Las estrellas mediáticas son imitadas y admiradas de forma compulsiva por miles de personas. La sociedad que nos presenta el film ha llegado a un grado extremo de culto a la belleza. Tanto que existen empresas farmacéuticas que se dedican a comerciar con virus que han infectado el cuerpo de las celebridades. Un mundo realmente enfermo.
Nuestro protagonista se dedica a comerciar con estos virus, vendiendo e inoculando a sus clientes los virus que ellos elijan con el único fin de sentirse más cercanos a sus ídolos. Las enfermedades se convierten en preciados bienes de consumo. Una premisa muy del Cronenberg de primeros de los 80. Constantemente obsesionado con su temperatura corporal, nuestro protagonista está secretamente obsesionado a su vez con una de estas celebridades. Tanto que no podrá evitar inocularse a sí mismo un virus de su objeto de deseo.


Lamentablemente, toda esta  interesante premisa se viene abajo cuando el ritmo del film es demasiado lento (lentísimo). Al film le cuesta mucho arrancar y cuando lo hace no consigue empatizar nunca con el espectador. Brandon Cronenberg ha tenido una muy buena idea pero su film es tan aséptico y falto de vida como un tubo de ensayo vacío. La estupenda fotografía, en la que predomina siempre un frío color blanco, contribuye a crear ese esterilizado ambiente falto de emociones. Tampoco las gélidas interpretaciones de Caleb Landry Jones (este chico tiene realmente pinta de enfermo) y la guapa Sarah Gadon contribuyen a que el espectador se sienta mejor.

 Brandon mezcla lo fantástico con la critica social (snobismo, consumismo, medicación descontrolada, etc) lo que le emparenta con el cine de su padre y está cercano a perturbarnos de la misma manera que lo hizo su progenitor en su día. Lamentablemente, le ha faltado sentido del ritmo para hacer de esta historia un film apasionante. La historia no acaba de enganchar al espectador y las constantes idas y venidas del protagonista tampoco nos interesan demasiado. Yo me aburrí a pesar de que el film iba soltando ideas interesantes e innegables muestras de talento. Sin ir más lejos, el bizarro final me pareció fascinante.


Sólo recomendable para los muy amantes de las pesadillas de la familia Cronenberg.

1 comentario:

Anónimo dijo...

parece que lo de las perversiones y lo enfermizo de sus tramas va a ser cosa de familia. La veré, parece interesante aunque le falle el ritmo.