Mel Gibson es un director de lo más singular. Gibson fue una estrella del cine de acción en los años 80 y 90 con sagas como Mad Max o Arma Letal antes de iniciar una más que interesante carrera como director. El éxito estratosférico de Brave heart le encumbró. Sin embargo su siguiente película fue la excelente La pasión de Cristo, rodada en arameo y latín, nada menos. Gibson es coherente en extremo, algo que aplaudo, y se niega a rodar en inglés una historia que no se desarrolló en ese idioma. También rodó Apocalyto en el idioma original de los indios precolombinos. Gibson puede ser un tipo tradicional y algo reaccionario (esas declaraciones sobre el pueblo judío no le hicieron ningún bien) pero es un gran director.
Si los personajes que le hicieron famoso como actor practicaban el nihilismo más absoluto (tanto el detective Riggs de Arma letal como Max Rockatansky lo han pedido todo y ya no tienen fe en nada) sus personajes como director son todo lo contrario. Tienen algo en lo que creer y ese algo les da la fuerza necesaria para luchar contra viento y marea. Sirva como ejemplo el William Wallace de Brave heart que soporta estoico su final en pos de la libertad de su patria. También su Cristo asume su martirio, incluso Garra de jaguar sufre lo indecible por salvar a su familia en Apocalyto. Sus películas emanan un innegable defensa de los valores más universales: la familia, la religión y la patria. Valores que, según Gibson, hacen al hombre mejor. Todo ello está presente también en Hasta el último hombre. Basada en la historia real de Desmond Doss, este héroe de guerra que no disparó ni un solo tiro sirve perfectamente a los propósitos de Gibson. El Desmond Doss, interpretado acertadamente por Andrew Garfield, es un héroe típico de Gibson. Con una fe y una determinación a prueba de bombas Doss que viene a demostrar que el ser humano es más poderoso cuanto mayor es la fe que lo mueve. Las teorías de Gibson son muy discutibles, quizás más que la fe en una guerra sean determinantes la suerte la preparación y el armamento, pero el film funciona.
Gibson va a lo suyo y no se anda por rodeos. Presenta una familia destrozada por la primera guerra mundial que debe ver cómo sus hijos se alistan para luchar en la segunda. Un drama rodeado de una fuerte creencia religiosa y unos principios irrenunciables que chocarán frontalmente con la disciplina militar. Pero Gibson, como buen creyente, cree en la redención y redime a ese padre brutal y traumatizado por la gran guerra a la vez que demuestra la grandeza de las libertades en los Estados Unidos. Cierto, estamos ante un panfleto algo trasnochado que llega varias décadas tarde, pero funciona perfectamente como gran espectáculo. Vaya si funciona. Gibson sabe que la primera parte de su historia no es novedosa, ni lo pretende, y rueda de forma académica una historia mil veces vista. Nada nuevo bajo el sol. Es en la segunda parte del film cuando Gibson demuestra sus dotes como director y narrador, es en la batalla cuando veos brillar a ese Gibson que nos recuerda por momentos al de Brave heart. La guerra es mostrada de forma cruda y sin contemplaciones, casi rozando el gore. La guerra es el infierno en la tierra (y así es mostrado) en el que el verdadero creyente pone a prueba su fe. Gibson nos brinda las que quizás sean las mejores escenas de guerra desde Salvar al soldado Ryan. Cierto que el retrato de secundarios deja un poco que desear y algún personaje como el hermano del protagonista desaparece sin más, pero el film engancha. Yo pasé un rato de lo más entretenido con esta historia algo rancia a mayor gloria de las personas con fe.
No contento con narrarnos la historia como si de la vida de un santo se tratara (alguna escena parece su ascensión a los cielos), Gibson recurre a entrevistas a los protagonistas reales e imágenes de archivo, como si el espectador necesitara de esas imágenes para acabar de creérsela. A mí me resultaron redundantes, la verdad.
A pesar de su tono casi pastoral y algo pasado de época, el film está muy bien rodado (en especial las escenas de batalla) y entretiene.
No hay comentarios:
Publicar un comentario