lunes, 18 de enero de 2016

Los odiosos ocho (The hateful eight)

El octavo film de Tarantino se podría haber publicitado como La película que casi no fue o La película que el destino no quería que vieras. Cuando el proyecto estaba en pre-producción hubo una filtración del guión, supuestamente por parte del agente del actor Bruce Dern. Dicha filtración dio al traste con las ganas de Tarantino de seguir con la película. Tras una lectura con actores y unas modificaciones en el texto, Tarantino se decidió a rodar su película. Incluso siguió con su empeño de rodarla en 70mm, toda una extravagacia que no hacía más que dificultar su distribución en salas comerciales ya que este formato ya no se usa desde hace décadas. En los últimos años únicamente Interstellar y The Master se han proyectado en este formato en las escasas salas habilitadas para ello. Pero Tarantino tiene el aval de los Weinstein, el todopoderoso clan de Hollywood.
También lo tuvo difícil a la hora de lograr que el maestro Ennio Morricone escribiera la banda sonora del film. El anciano maestro no comparte la forma de utilizar la música de Tarantino y salió bastante escaldado de sus anteriores colaboraciones. Tarantino se salió con la suya una vez más. Sin embargo, poco antes del estreno hubo otra filtración y la película estaba disponible para su descarga en las redes semanas antes de su estreno. Todo parecía estar en contra de The hateful eight, pero finalmente se ha estrenado y con bastante éxito.

Los odiosos ocho es puro cine de Tarantino trasladado al lejano oeste. Estamos ante un nuevo ejercicio de reciclaje de Tarantino. Tras más de 20 años de carrera, Tarantino ya no puede ser considerado como un chico rebelde con ganas de empatar al espectador a base de violencia y diálogos ingeniosos. Su cine es puro reciclaje, es cierto, pero nadie recicla como él y nos devuelve géneros denostados en películas de calidad. Tarantino debe ser considerado ya como un autor con un estilo propio y bien definido.
Creo que estamos ante el mejor libreto de Tarantino desde hace mucho tiempo. Me gustó la presentación de los personajes, hacía mucho que Tarantino no me sorprendía gratamente con sus diálogos y sus flashbacks. Todo el pasaje en la diligencia me parece muy logrado, lo mejor de su autor desde Kill Bill.
Estamos ante su obra más equilibrada en mucho tiempo. Sus últimas películas tenían buenos momentos pero en conjunto no resultaban coherentes. Ni Malditos bastardos ni Django desencadenado (ni mencionemos a Death proof o Planet terror) me dejaron el regusto a buen cine que sí me ha dejado The hateful eight. No pensemos ahora que este tipo ha reinventado el séptimo arte. Ni mucho menos. Pero su historia es original a base de coger elementos de sitios tan dispares como las novelas de Agatha Christie y llevarlas a una cabaña en mitad de una tormenta en el lejano oeste. Estamos ante un Whudunit en toda regla. Es decir, una trama detectivesca por descubrir quien es el culpable. Tan simple como eso. Con una buena presentación de personajes y un buen desarrollo de la trama, el amigo Tarantino nos entrega un film que se hace ameno durante buena parte de su excesivo metraje. Tarantino es tan consciente de su autoría que se permite el lujo de narrarnos él mismo con su propia voz (indispensable la versión original) parte de los hechos. También divide la acción en capítulos y obviamente la sangre es algo que abunda en su película. Puro Tarantino. De hecho, al film que más se parece es a Reservoir dogs, en ambos los personajes están atrapados y deben descubrir quien de ellos no es quien dice ser. The hateful eight se podría considerar una versión western de Reservoir dogs.

Tarantino construye un guión inteligente que mantiene al espectador siempre en vilo. Cierto, le sobran algunos minutos hacia el final pero no se me hizo tan pesado como, por ejemplo, Django Desencadenado. El hilo conductor del film siguen siendo esos diálogos endiablados y esos relatos que harán las delicias de cualquier aficionado a este autor. De los mejores casi desde Pulp Fiction.

No pude dejar de pensar que los personajes atrapados en la cabaña son una despiadada representación de la sociedad americana. Tenemos representantes de la ley que son poco de fiar, sureños racistas, mujeres golpeadas, mexicanos, ingleses con aires de superioridad, ciudadanos que se niegan a separarse de sus armas y negros que han aprendido a usar las armas que han heredado de los blancos. Todo un crisol que podría considerarse como el caldo de cultivo que ha generado la sociedad americana actual. No creo que hay sido casual el reunir a esos personajes en un lugar aislado. Esa cabaña viene a representar un país formado por personas que no se fían los unos de los otros.

 Para poner en marcha todo este complicado castillo de naipes Tarantino necesita una vez más de actores que estén a la altura. Ahí tenemos a actores ya habituales en su filmografía como Kurt Russell, Tim Roth, Michael Madsen o Samuel L. Jackson. Todos están más que perfectos y se mueven como pez en el agua esa pecera llena de tiburones que es la cabaña. Pero de todo el reparto yo me quedo con una sensacional Jennifer Jason Leigh. Me encantó su personaje y la forma de plasmarlo de esta señora, una lástima que su trayectoria ha pasado con más pena que gloria en los últimos lustros. Quizás esta película suponga el espaldarazo definitivo para su carrera, ya sabemos lo que les gusta a los yanquis lo de relanzar carreras mortecinas.

Lo dicho, lo mejor de Tarantino en mucho tiempo.

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lunes, 11 de enero de 2016

David Bowie: Lazarus

Blackstar es el último disco de David Bowie, publicado el día que cumplía 69 años y dos días antes de su muerte. Bowie suena en Blackstar experimental y con ganas de dar guerra. O eso queríamos creer. Ahora sabemos que Bowie llevaba 18 meses luchando contra un cáncer. Ahora el tono sombrío del disco así como algunas letras adquieren otro significado. Incluso el título del disco parece ahora una metáfora del inevitable destino que le aguardaba. Bowie siempre será una estrella, por mucho que su brillo vital se haya apagado.




Nada parece ahora casual, todo parece estar perfectamente planificado, como casi todo en la singular carrera de Bowie. Lazarus es su último single publicado en vida. Una lúgubre canción que sirve de despedida. De testamento sonoro. Como si de un Lázaro renacido tras el infarto sufrido en 2004, Bowie ha vivido una segunda oportunidad que ya tocaba a su fin. Muchos elementos del vídeo se tornan profecías. La calavera, la cama de hospital, la venda en los ojos, esa mujer que le acecha, etc. Bowie parecía ser perfectamente consciente de que le quedaban pocos días y así lo plasmó en este vídeo. Es ciertamente espeluznante la imagen final de Bowie entrando en el armario. No hay manera mejor que despedirse con lo que mejor sabía hacer. En un mundo tan globalizado y con tantas noticias, Bowie supo guardar su secreto hasta el final, nada de dar lástima.

 Digno broche para una excepcional carrera. Como dice en la canción, ahora Bowie ya es libre. Le echaremos de menos.

domingo, 10 de enero de 2016

Los amos de la noche (The Warriors)

 Hoy vamos con una de esas pelis que vi de crío y me causaron una honda impresión. Uno siempre tiene miedo de volver a verlas por si el paso del tiempo las ha desprovisto de todo encanto. Esta vez no ha sido así, The warriors se conserva bastante bien y mantiene su encanto casi intacto.



The warriors es uno de esos filmes de los años 70 cuya estética está totalmente pasada de moda pero sirven perfectamente para entender cómo fueron esas décadas pasadas. Tanto la indumentaria de los personajes como la forma de rodar es paradigmática de su época. The warriors es una adaptación de la historia clásica griega La Anábasis de Jenofonte al mundo de la bandas callejeras de los años 70. La verdad es que las bandas funcionan igual que las tribus que las tragedias griegas. Walter Hill adaptó esta historia al Nueva York de los años 70 y le quedó una historia de lo más entretenida. Los distintos territorios que deben de atravesar los guerreros se asemejan a los distintos reinos que los protagonistas de la historia griega debían cruzar para volver a casa. Los protagonistas son pandilleros: jóvenes, descarados, varoniles y horteras como sólo se pudo ser en los años 70. 

 El film plasma perfectamente esa identificación con el grupo que sienten los miembros de cada banda. Aunque ponga seriamente en peligro su integridad física se niegan a desprenderse de los chalecos que los identifican como miembros de la banda. Tanto los soldados griegos como los pandilleros son orgullosos y defienden su identidad y sus orígenes a toda costa. Incluso tienen fijación por ir dejando huella de su paso por cada territorio. Los patinadores, la banda de chicas, los jugadores de baseball, etc son como tribus de guerreros de la antigua Grecia y cada territorio es como una ciudad estado que deben atravesar nuestros protagonistas en su odisea a casa. Del Bronx a Coney Island en una noche atravesando los territorios de unas bandas que les consideran enemigos. Tampoco la policía se lo va a poner fácil. La peculiar odisea de estos pandilleros se nos hace épica por momentos y siempre resulta entretenida. 
Lo único que no acabó de encajar en todo el conjunto es el personaje de la chica, claramente metido con calzador y la verdad es que no aporta demasiado, al menos ella misma admite no saber qué hace allí. Busca una salida, un futuro que no parece tener en su barrio y busca salir de allí de cualquier manera.


 Walter Hill imprime un ritmo muy acertado al film su visión es muy agradable a pesar del paso del tiempo. The warriors es una película muy divertida.

P.D.: Se dice que Ridley Scott está preparando un remake, preparaos para lo peor.





miércoles, 6 de enero de 2016

En el corazón del mar (In the heart of the sea)

 En el corazón del mar se basa en la historia real que inspiró el clásico Moby Dick. En sus casi 40 años de carrera como director Ron Howard nos ha dado un puñado de buenas películas (Apolo 13, Willow, Rush, Cocoon, Una mente maravillosa) y algún que otro encargo bastante olvidable (El código Da Vinci, Ángeles y demonios). Siempre me ha parecido un buen artesano que conoce su oficio, puede que no tenga una gran personalidad ni un estilo propio e inconfundible pero suele llevar a buen puerto los proyectos en los que se embarca.

 Al igual que me pasó con El puente de los espías, estamos ante una película muy bien hecha pero cuyo resultado final me decepcionó. A pesar de lo interesante de la historia y lo espectacular de las escenas de caza de ballenas, En el corazón del mar no me acabó de apasionar como se supone que debiera hacerlo. No es culpa de los efectos digitales, realmente asombrosos, ni de los actores, es culpa del exceso de metraje y un guión al que le falta concreción. ¿Estamos ante una historia real o una cinta de aventuras? ¿o estamos ante un film de supervivencia? En el corazón del mar será muy disfrutada por los amantes del cine de navegación (ya sabes, arríen velas, todo a estribor y tal). De todo ello hay buena muestra pero el film no llega a buen puerto y encalla en su tramo final. No estamos ante un film del calibre de Master and comander, ni mucho menos. Tampoco me parece que iguale a La vida de Pi o Kon-Tiki, por citar ejemplos recientes. Tampoco esperemos que esté a la altura de la gran Moby Dick (1956) del maestro John Huston, ni mucho menos. Con hacernos pasar un buen rato deberíamos de darnos por satisfechos a estas alturas. En el corazón del mar se ve con cierto interés pero no atrapa. Le falta ese algo que lo convierta en un film notable.

Howard dirige de forma más que solvente y el brío que imprime a las escenas marítimas es muy acertado. Hay escenas vistosas y entretenidas, sin embargo llega un punto en que la historia no da más de sí y se produce un hundimiento narrativo del cual el film ya no consigue salir a flote. Una lástima, durante buena parte del metraje el film es más que aceptable. El guión tiene aciertos al mostrar el clasismo reinante en la marina mercante, cierta lucha de clases y la sobre explotación de los medios naturales. Una pena que todos estos elementos no hayan sido suficientemente desarrollados y se queden en meros apuntes.
En-el-corazon-del-mar
Los actores están correctos, sin grandes aportaciones. Me quedo con la veteranía y la clase de Brendan Gleeson y la solvencia de Chris Hemsworth en este tipo de personajes. El resto del reparto está un tanto desaprovechado, sirva como ejemplo el personaje de Cillian Murphy que parece que iba a ser importante en la trama y finalmente pasa sin pena ni gloria.

Lo dicho, un intento de hacer un gran cine de aventuras que se queda varado a mitad de camino.

lunes, 4 de enero de 2016

Puro vicio (Inherent vice)



 ¿Qué busca un director al hacer una película? Pues depende. Lo que está claro es que Paul Thomas Anderson parece disfrutar haciendo que los espectadores abandonan las salas en las que proyectan sus películas. El tipo está en todo su derecho de hacer bodrios tremendos de dos horas y media que no hay quien se los trague, faltaría más, así como los demás estamos en todo nuestro derecho de proclamar a los cuatro vientos que su cine (o lo que sea que hace) no nos gusta.

Una pena tener que decir tal cosa, pero no os voy a mentir. Menudo truño esta película. Anderson es un buen director con un estilo muy personal que nos ha dado películas interesantes como Pozos de ambición o The master. Esta vez parece como si Anderson nos quisiera meter en la mente de un detective hippie que se ha pasado de la raya (nunca mejor dicho) con las sustancias prohibidas y nos haga partícipes de la confusión reinante en la mente de tan espeso detective. Resulta que la premisa es muy atractiva, es como asistir a un buen thriller de los años 70 tipo La noche se mueve pero cuyo protagonista va hasta las cejas de ácido. La cosa promete, una adaptación de la novela de Thomas Pynchon, ambiente playero, buena música, coches antiguos, drogas, una ex novia desaparecida, sectas, tipos con la esvástica tatuada en la cara, etc. Te compro la idea, puede ser un buen film y más si incluye un buen plantel de actores como es el caso. ¿Hará Anderson algo coherente o se saldrá por la tangente?
 Lamentablemente, al iniciarse el visionado de Inherent vice Anderson pronto disipa nuestras dudas. Empezamos mal con esas vacuas voces en off con frases tan profundas que hay que ir colocado para entenderlas. Son tan largas que cuando acaba una frase no recuerdo cómo demonios empezaba, rebobino, me la pongo otra vez y descubro que la frase es una estupidez. Oye, Joaquin Phoenix está soberbio una vez más, qué gran actor, parece un colgado de verdad. No tardan en aparecer esas escenas tan absurdas y típicas de su director en la que uno no puede evitar sentirse ofendido. Todo ello salpicado con momentos de buen cine y es en esa extraña combinación cuando uno se da cuenta que se está empezando a aburrir y apenas llevamos 45 minutos. Será que al film le cuesta arrancar, venga, le voy a dar otra oportunidad. Pero el visionado no mejora. La trama nos sumerge en una espesa maraña cada vez más compleja que ni el protagonista ni nosotros mismos somos capaces de entender. Si el efecto deseado era meternos en la nublada mente de un hippie, Anderson lo ha conseguido. El problema es que como película ya empieza a dejar mucho que desear. No basta con tener un buen material de partida, saber rodar y tener buenos actores, hay que saber qué sobra y por donde diablos cortar. Pero a uno le puede su vena cinéfila y sigue intentando buscarle el punto a este sinsentido. La película tiene algo que me incitaba a seguir con el visionado. Reconozco que me cuesta seguir viéndola pero me inquieta todavía la resolución del caso. Otra vez asistimos a momentos que te dejan descolocado, más voces en off y escenas a cámara lenta. Empiezo a preguntarme si realmente Anderson no se estará burlando deliberadamente del espectador, no sería la primera vez, aún recuerdo aquel horror llamado Punk-drunk love que casi me llevó a una crisis nerviosa. Pues debe de ser eso. Anderson logra caminar entre el tedio y el interés en un frágil equilibrio no exento de dificultad pero que me acaba por exasperar.

 Las escenas siguen estando muy bien rodadas y Anderson sigue jugando con nuestra paciencia, uno empieza a pensar que quizás todo el film sea una alucinación o un mal viaje. Esa actriz que hace de ayudante del fiscal (o algo así) es Reese Witherspoon, pues vale. Sale Benicio Del Toro y su personaje no aporta nada.  Ese otro tipo que hace de dentista es Martin Short, el de El chip prodigioso, me gusta volver a verlo en pantalla. Su personaje mola pero la peli se hunde en el tedio. El sopor se apodera definitivamente de uno. Coñe. Pero Joaquín Phoenix y Josh Brolin están geniales y la fotografía y la forma de rodar son impecables. Pero el film aburre a las vacas. Yo empecé a perder el interés y ya sólo deseaba que se acabara de una maldita vez. Y aún me quedaba una hora. Madre mía. La cosa no mejora. Nuestro detective fumado no para de ir en coche de un sitio a otro para no enterarse de nada. Yo tampoco. Muy buena fotografía. Todo el apartado técnico me gusta mucho. Ya no recuerdo si os lo he dicho ya. No así el montaje. Pero si el montaje fuera normal no sería un film de Paul Thomas Anderson, este tipo necesita tres horas para contarte lo que otro te contaría en hora y media. Es su estilo. Su forma peculiar de entender el cine, debe ser un visionario para muchos gafapastas. La libertad creativa puede llevar a cosas como este film. A veces que alguien te diga que la estás cagando no viene mal.

 El horror. Sale Owen Wilson, ese pésimo actor que debe ser muy amigo de Anderson, por suerte, sale poco, aún así está fatal. Nadie se lo cree como saxofonista. Las pesquisas de nuestro detective continúan y cada vez tienen menos sentido. Todo parece verosímil y a la vez totalmente alejado de la realidad. Hace rato que nos interesa ya un comino el paradero de la chica desaparecida y todo el enredo. Que se vayan todos al cuerno y acabe este rollo de una vez. Aparece en una escena Belladonna, la actriz porno, pues muy bien, es la primera vez que una escena suya me aburre soberanamente.

Al final, la peli parece que se acaba, milagro, pensaba que nunca iba a ocurrir. Pero era una falsa alarma, la cosa sigue todavía más enrevesada, hace como hora y media que me he liado con tanto nombre y tanta estupidez y no consigo hilvanar la trama. Realmente me siento como el protagonista, como si me hubiera fumado una plantación entera. La escena final es puro ácido, tan incongruente que, por fin, el protagonista y yo tenemos la misma cara de colgados.

Bravo por Paul Thomas Anderson, ha logrado algo que ni Jodorowsky ni Lynch han conseguido. Anderson me ha suministrado un mal viaje sin ninguna droga de por medio. Con ver su película ha sido más que suficiente. Prometo vivir el resto de mi vida alejado de las drogas y del cine de este buen señor.

¿Es mala Inherent vice? Como todo el cine de su autor es un punto y aparte y no creo que podamos juzgarla tan a la ligera. No hay blanco ni negro en el cine de Paul Thomas Anderson, todo son tonalidades de gris. Es un cine distinto. Tómenlo como quieran.