Steven Spielberg se atreve finalmente a hacer un film sobre la figura del presidente americano por antonomasia, Abraham Lincoln. Lincoln es una figura intocable de la política y la cultura norteamericanas, su decimotercera enmienda de la Constitución (la que prohibía la esclavitud) y su trágica muerte cimentaron aún más el mito.
Si Oliver Stone parece especializado en hacer películas sobre presidentes en las que saca a la luz los trapos sucios de la sociedad americana, Spielberg se acerca al mito Lincoln con un respeto casi reverencial. Parece que al antiguamente llamado Rey Midas de Hollywood el paso del tiempo le está ablandando, se cree un autor serio y éste está siendo su error: piensa que su cine puede mejorar al espectador, ya no le vale con divertirle o emocionarle. Yo prefiero al Spielberg que sólo busca entretener al público y no al que busca aleccionarlo.
Volviendo a Lincoln, Spielberg nos devuelve a una época histórica y a un tema que ya supuso una de sus más pretenciosas películas y uno de sus mayores fracasos, aquella empanada patriótica que era Amistad. Ya en las primeras escenas de Lincoln asistimos a unos momentos un tanto bochornosos en los que varios personajes le dan profundas muestras de admiración a su presidente. Mal inicio. Por momentos parece que vamos a asistir a una película propagandística de los parabienes de la democracia americana y un ensalzamiento del personaje retratado. Todo ello con un tufillo a pastelón que recuerda a ese horror del almíbar que era Caballo de batalla.
Al film le cuesta demasiado arrancar, pero cuando lo hace Spielberg nos demuestra una vez más lo gran director que es cuando no le pierde el sentimentalismo. Rueda de forma pausada, con lentos movimientos de cámara y casi imperceptibles zooms y travelings, todo con un estilo muy clásico que le cae perfecto a esta historia. Spielberg no hace alardes técnicos innecesarios ni moderneces y se centra en los personajes y los diálogos.
Lincoln nos introduce de lleno en los entresijos de la política americana de la época. Veremos la dinámica interna de los partidos, los debates en la cámara de representantes, la compra de votos en forma de empleos públicos, el arte de las medias verdades, trato de favor (el segundo hijo de Lincoln es destinado lejos del frente), tráfico de influencias, investigaciones a las mujer del presidente por sus gastos domésticos, etc. Curiosamente todos estos temas están de la más candente actualidad hoy día.
Spielberg realiza un estupendo drama político con buen ritmo a pesar de sus dos horas y media, si bien es cierto que a los que no les interesa la política yanqui se pueden aburrir como ostras. No es mi caso. Incluso me parecieron fascinantes ciertos momentos del guión como el diálogo de la brújula, la votación final o anécdota sobre George Washington. Yo me quedo con la frase sobre los indultos: "La guerra ha casi terminado, de qué sirve un cadáver más." Me pareció interesante que el film muestre a Lincoln como un idealista sobre una cuerda floja intentando mantener el equilibrio mientras sortea innumerables obstáculos pero no duda en mostrar aspectos poco edificantes como la compra de votos o la mentira para conseguir sus objetivos.
Spielberg sabe que tiene un gran material entre manos y no lo desaprovecha aunque al final le pueda el sentimentalismo. Alarga innecesariamente su film con uno de esos nefastos epílogos en busca de la lágrima fácil que son lo peor de obras maestras como La lista de Schindler o Salvar al soldado Ryan.
En cuanto a los actores, Daniel Day-Lewis nos regala otra de sus memorables interpretaciones, simplemente asombrosa su caracterización y su forma de afrontar el personaje. Estupenda está también la veterana Sally Field como la afligida madre que aún no superado la pérdida de un hijo en una guerra y se resiste a la posibilidad de perder a otro. Es una actitud totalmente comprensible que pone en un serio dilema al presidente.
Del resto del reparto me quedo con Tommy Lee Jones que está genial en su complejo personaje de Taddeus Stevens y James Spader que sorprende muy gratamante (con lo flojo que suele ser este actor).
Por cierto, el veterano John Williams aburre con su eterna partitura, que se jubile que se lo tiene bien merecido. Todos hemos crecido con sus imborrables melodías para Star Wars, Tiburón, E.T., Parque Jurásico o Indiana Jones pero todo tiene un final. Hasta el Papa Benedicto XVI ha sabido retirarse a tiempo.
Lincoln es cine de calidad, pero a Spielberg le falla, una vez más, un pretencioso final que echa a perder buena parte de sus innegables logros.
7
1 comentario:
spielberg otra vez en plan dida´ctico y sentimental, más cercana a amistad que a la lista de schindler
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