Won Kar-Wai es un director de esos a los que amas u odias. No hay término medio. O te fascina su elegante estética y la profundidad de sus temas o te aburre soberanamente.
A mí me gustaron films suyos como Deseando Amar o 2046, aunque debo reconocer que hubiera agradecido un recorte en el metraje. Por muy bonita visualmente que sea una película, si no hay una historia mínimamente interesante detrás, el tedio aparece sin darte cuenta. Con The grandmaster Kar-Wai se pasa al cine de artes marciales, parece que todo buen director chino debe acabar aportando su particular granito de arena al género. Ya lo hicieron Ang Lee (Tigre y dragón), Zhang Yimou (Héroe, La casa de las dagas voladoras), Chen Kaige (La promesa) o el propio Won Kar-wai con Ashes of time hace 20 años. Todos estos films tienen en común un abultado presupuesto y un apartado visual espectacular. Pocos peros se les puede poner técnicamente a estos directores cuando se pasan al cine de acción y artes marciales. Sin embargo, Won Kar-Wai intenta fusionar una vez más su preciosista estilo visual con las artes marciales y el resultado ha sido decepcionante.
Vale que el film tiene una complejidad y una profundidad que no es habitual en el cine de artes marciales y las escenas están rodadas de forma más que satisfactoria. Pero el film adolece de una falta de ritmo que acaba ahogando la historia. The grandmaster son dos películas en una y a ambas les sobra metraje. Tanto la parte dramática como la parte de acción se me hicieron pesadas. El estilo contemplativo, de silencios y emociones reprimidas de este director nunca acaba de fraguar junto a las escenas de acción. Este cine introspectivo de artes marciales no resulta ni tan trascendente ni entretenido como pretende. Por otro lado, a mí la historia del maestro de Bruce Lee me interesa bastante poco y toda la palabrería sobre estilos de artes marciales me resbala bastante.
Tras unos bellísimos títulos de crédito nos encontramos con una escena de lucha bajo la lluvia que me recordó a Matrix Revolutions, mala cosa. Sin venir a cuento, Kar-Wai nos mete en una pelea antes de contarnos nada sobre los personajes. Es como si las peleas (perfectamente coreografiadas y rodadas eso sí) nunca acabaran de encajar con el resto del film. Peor todavía, hay algunas peleas que me parecieron eternas y otras simplemente sobran. Solo salvo el primer enfrentamiento entre los personajes de Tony Leung y Zhang Ziyi y la pelea en la estación de tren. Igualmente, los elementos habituales del cine de este director (voces en off, flashback) y diálogos enteros me acabaron aburriendo.
Buscar la trascendencia y la profundidad a través de la contemplación está muy bien pero hay que evitar que el espectador se duerma. El film cae en la pedantería y el vacío, tras sus bellas imágenes no hay nada que haga al espectador seguir la película con interés. Kar-Wai sigue teniendo un problema con el ritmo de su cine. Todo ello a pesar de la belleza de Zhang Ziyi y el buen hacer de Tony Leung. Ni por esas consigue esta película remontar el vuelo.
Lo dicho, un experimento fallido que no dejará contentos ni a los aficionados al cine de artes marciales ni a los seguidores de Won Kar-Wai.